He de comentarte mi preocupación e impulso por la educación estética ya que creo en ella como transformadora del ser humano y su vida diaria[2]. Lo que también me es claro es nuestra nula preocupación en ella. Pareciera, por un lado, que al hablar en esos términos sólo hemos de ocuparnos de arte, y por otro, se considera poco productivo o muy esnob, como si fuera exclusivo de ciertos círculos a los que no pertenece TODA la gente cuando TODOS somos sensibles.
CARTA A EDER SOBRE LA EDUCACIÓN ESTÉTICA Y EL ARTE CONTEMPORÁNEO.
Por: Agustín René Solano Andrade[1]
He de comentarte mi preocupación e impulso por la educación estética ya que creo en ella como transformadora del ser humano y su vida diaria[2]. Lo que también me es claro es nuestra nula preocupación en ella. Pareciera, por un lado, que al hablar en esos términos sólo hemos de ocuparnos de arte, y por otro, se considera poco productivo o muy esnob, como si fuera exclusivo de ciertos círculos a los que no pertenece TODA la gente cuando TODOS somos sensibles. Seguro habrás escuchado de Schiller y sus cartas -la educación estética del hombre-, un texto que propone a esta formación como centro de un progreso humano desde el individuo, y lo pongo en negritas porque desde ahí es de donde lo visualizo en tanto autodidactismo. No dudo que exista idealismo expuesto en Schiller, y que una posible aplicación de la idea a una realidad como la nuestra sea tarea ardua, sin embargo creo que el hecho autodidacta debería tomar partido en lo estético ya que los otros grandes valores humano verdad y bien- se cultivan en la familia y en las instituciones de educación. Esto como antecedente de que parece insensato o poco prioritario cultivar lo estético en la educación del hombre cuando, seguramente, nos atañen problemas más urgentes como la hambruna o la discriminación por mencionar algo. Al discutir de estimular la sensibilidad del hombre y su imaginación educación estética- hablo de individuos capaces de estar al tanto de los problemas cercanos a su comunidad y a los de nuestra especie, y estar al tanto en cuanto a dimensionar cada aspecto humano -sea o no problemático- y no de un proceso educativo estetizado donde se maquilla la manera de enseñar y donde lo perceptivo es lo que importa en lo que se transmite y no los contenidos.
Un hombre sensible implica un hombre culto no sólo en lo racional que es la parte que hasta ahora hemos procurado. La cultura está obligada a administrar justicia a ambas tendencias, no sólo defendiendo el impulso racional contra el sensible, sino también a éste contra aquél. La incumbencia de la cultura es, pues, doble: primero, proteger la sensibilidad contra los ataques de la libertad, y segundo, proteger la personalidad contra el poderío de las sensaciones. Lo primero consíguelo educando la facultad del sentimiento; lo segundo educando la facultad de la razón.[3] ¿Por qué entonces no hemos apostado a un mejor hombre a través de estimular su sensibilidad y su imaginación de manera comunal? ¿Por qué no agregar ese valor de lo sensible a nuestra tecnológica vida? ¿Hacen los objetos de diseño industrial más agradable el trabajo o la acción que nos ayudan a realizar? ¿La vida diaria sería entendida mejor si fuéramos más sensibles? Schiller también tomó en cuenta la primera cuestión que es la que más me interesa y de la que acaecen las otras-, aunque desde otro ángulo y en otro tiempo, y lo expone en la siguiente interrogación en su segunda carta: