Cultura y control político (Artículo)
Minuto a Minuto

04 de agosto de 2023

- La Historia Jamás Contada -

No deja de sorprenderme que a estas alturas y a pesar de décadas de apertura comunicativa, tantos adultos mayores y no tanto, sigan encerrados en un universo cultural tan estrecho, idealizando aún expresiones, personajes y estereotipos que incluso en sus tiempos de máximo esplendor mediático -¡ya entonces!- no reflejaban las aspiraciones reales de vida no sólo material y social, sino también interna y espiritual por la que se afanaban cotidianamente en su juventud y madurez.

Con tan sólo una nebulosa idea de cómo podría ser ésta, en sus momentos de ensoñación y reflexión, el tiempo libre en el que podrían haberse liberado de las ideas y emociones que los ataban a su insatisfactoria existencia, lo único que conseguían era volver a éstas por recurrir a los mismos referentes, omnipresentes en la cultura de masas y difundidos a través de medios técnicamente modernos pero cuyo contenido actualizaba en una insólita permutación la conocida expresión bíblica, pues literalmente se trataba de “vino rancio vertido en odres nuevos”.

(Recuerdo un cartón a plana completa de Alberto Isaac en el que ilustra lo que en plenos años 60 se conocía como “cine juvenil”, mostrando puntualmente las groseras incongruencias entre lo que ofrecía la publicidad de tales películas y lo que se entregaba realmente al público ávido de actualidad: más de lo mismo de antes, ad nauseam.)

¿Por qué sucedía esto? Porque el lugar que debía ocupar la Cultura en el individuo estaba ocupado por representaciones ajenas a éste, sus intereses y aspiraciones y por lo mismo nunca se encontraría en ellas, pues no era su Yo, sino el super-Yo, lo que estaba por encima de él, es decir, el Poder real, corporativo, con sus macrointereses, como la “razón de Estado”.

Así el individuo no podría construirse a sí mismo, modificarse (superarse, perfeccionarse) o dirigirse a sus propias metas, pues tanto su mente racional como su imaginación estaban trabajando para ese Poder externo, ajeno, en el que no participaba ni siquiera para dirigir su propia vida. Por eso, por más que se empeñara, nunca lograba acercarse a su objetivo teleológico de realizarse (como se decía en la Psicología libertaria de la época), llegar a ser él mismo.

Esto es, la falta de una cultura (cuidado, cultivo) del interior de sí mismo, dejaba un vacío que pasaba a ocupar el Poder, indirectamente a través de la cultura de masas o directamente por la propaganda, el adoctrinamiento o alguna forma de persuasión coactiva, incluso el brain washing.

Y con esto llegamos a la cuestión de fonde de la Cultura, que sólo adquiere su dimensión real cuando la sacamos del lugar que tradicionalmente le ha asignado el Poder, declarándola superflua, suntuaria y socialmente intrascendente y la colocamos en el que le corresponde dentro del desarrollo integral del sujeto, por ser el mapa y la brújula de éste, sin los cuales nunca llegará a puerto o, peor aún, llegará a costas piratas donde se encontrará  todavía más sometido,  como en alguna secta o algo similar.

Aquí ya podemos integrar la Cultura en el mapa político, que es el trasfondo del presente artículo, mostrando la relación existente entre la precarización (empobrecimiento, reducción a la miseria) de los medios -materiales y de otro tipo- que permiten a cada individuo cultivarse libremente y así llegar a ser, realizarse. Por eso todo poder consolidado o en vías de serlo, recurre a la exacción de recursos destinados a la Cultura para mantener este vacío y “llenarlo” con un avatar que le permita utilizar el esfuerzo ciego del sujeto para preservar y aún acrecentar su dominio sobre éste.

Por eso el “descuido” de la Cultura por el Poder, pues ésta en manos del individuo es casi la garantía de que en algún momento éste comience a perseguir sus propias metas en detrimento del control y dependencia de aquél.

Perverso, ¿verdad?

Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.