PLANEACIÓN Y PROGRAMACIÓN DEL CURSO
Por: Rafael Fiscal Flores[1]
Las concepciones pedagógicas y didácticas siempre presentes en toda actividad docente, así como el uso de principios metodológicos de algunos paradigmas psicoeducativos del aprendizaje, implícitos en la propia concepción del docente como agente del proceso educativo, son decisivos tanto en el desarrollo como en los resultados del proceso de enseñanza-aprendizaje. En tal sentido es importante destacar que las actividades y actitudes del docente que se integran en el proceso de enseñanza-aprendizaje, están influenciadas por las concepciones pedagógico-didácticas que trae consigo, y que juegan un papel fundamental al definir o explicar y, por tanto, concretar su práctica docente, incluyendo aquellas concepciones que en el tiempo ha desarrollado a base de su intuición, experiencia y puesta en práctica.
Tradicionalmente los términos planeación y programación en el ámbito educativo, han sido utilizados de forma indistinta, con la pretendida finalidad de servir de guía para la práctica educativa del profesor y para organizar las diferentes acciones didácticas que culminan en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, no se debe perder de vista que el ejercicio de la planeación pretende, entender en primer término, los aspectos cruciales de una realidad presente para después proyectarla, diseñando escenarios de los cuales se busca finalmente obtener el mejor provecho.
El proceso de la planeación en comparación a la programación, hace referencia a un proceso mucho más amplio que abarca no sólo los momentos didácticos o metodológicos del propio proceso de enseñanza-aprendizaje, del diseño de escenarios de aprendizaje y su correspondiente proyección; sino que incluye y contempla todo el conjunto de acciones, intenciones de actitud y decisiones presentes en el contexto escolar. Sin embargo, sería un error pensar que todo el esfuerzo de planeación ha quedado concretado en el diseño de escenarios y, que la planeación, por tanto, está limitada a un mero planteamiento del futuro esperado.
Si lo anterior es cierto entonces se puede afirmar que la programación es la concreción de un plan determinado. Dicho de otra forma la programación es la consecuencia de la acción de planear. Un plan cuyos objetivos no se traducen en estrategias específicas y consistentes, representadas por acciones concretas, no es un verdadero plan. Por cada objetivo se deben definir las acciones a realizar, anticipar los problemas por resolver, priorizar sus soluciones, asignar recursos y responsabilidades, y diseñar medidas de seguimiento que permitan no sólo evaluar el avance, sino sobre todo volver a planear. Como podrá observarse ambos conceptos están ineludiblemente entrelazados en una relación dialéctica, parafraseando a Martín (1999) se puede decir que la planeación rige a la programación, la facilita, la explica, la describe y la critica, mientras que la programación replica la planeación, la falsa, cuestiona la validez de la planeación y, a su vez, la critica. Ello deja claro que es un error pensar que ambos conceptos significan lo mismo, sin embargo, también es claro que ambos con su propia especificidad apuntan a un mismo objetivo.
Para Rotger (1980:30) planificar es la acción que conduce a la elaboración de un plan, el mismo autor añade que: El término plan alude a un proyecto a realizar. En este proyecto escrito se suelen incluir, de una forma sistemática y ordenada, toda una serie de elementos y disposiciones que permiten un mejor desarrollo y consecución de los objetivos fijados. Refiriéndose a la programación Rotger (1980:32) la define: Como un paso más adentro de la planificación llega el momento de precisar una serie de objetivos y actividades previamente anunciadas, tratando de ordenarlas convenientemente, temporalizarlas y secuenciarlas de acuerdo con unos criterios y dotándolos de unas estrategias complejas de acción, es la programación. En tal sentido se puede establecer que la programación es una concreción de la planeación, siendo ésta última, un conjunto de acciones más amplias tanto en el tiempo como en la dimensión de los elementos que contiene. Dicho de otra forma planear es pensar el futuro y programar es pensar hacia delante. Así se establece que la planeación incluye la programación y ésta a la vez incluye las unidades didácticas.
Por otro lado habrá que entender que la planeación didáctica debe estar significada por un verdadero sentido educativo y no solo por la obligación del instrumento de control administrativo de la enseñanza (que por cierto es la connotación que suele dársele), donde persiste la idea (ingenuamente malévola) de una correspondencia directa entre una buena planeación de la enseñanza y el rendimiento escolar del alumno, donde lo que prima es el interés sobre la eficiencia del proceso enseñanza-aprendizaje. No se trata como acertadamente afirma López (2001:7) cuando se refiere a las tareas del profesor caer en el mero aprendizaje de métodos, técnicas y formatos de planeación y evaluación del PEA (en los que subyace la búsqueda ciega y cuasi instantánea de eficiencia).
El planteamiento anterior se basa en el hecho de que desde una perspectiva de tipo eficientista, sería más que suficiente observar las reglas para el diseño de una buena planeación o seguir las recomendaciones de algún modelo, y dar por hecho que ello nos lleva invariablemente a que el alumno aprenda, pero no se explica porqué o para qué. Históricamente se ha visto que esta forma de trivializar el proceso planeación didáctica, a lo sumo lo que garantiza, es un cierto grado de seguridad, economía y eficiencia de la enseñanza visto desde la óptica administrativa de la institución educativa y pregunto ¿aprendieron los alumnos?, es más como profesores ¿aprendimos algo que valga la pena reflexionar?, mucho me temo que las respuestas serían algo así como ¿no sé?
Salvo contadas excepciones y tratando de dar cierto sentido propositivo de credibilidad, es de sobra conocido que los profesores no aplican los métodos que les han enseñado, sino los que les han aplicado, parafraseando a Fernández (1994) se puede decir que ignorar los principios educativos del proceso de planeación didáctico, no es malo, lo malo es continuar haciendo lo que sabemos que no es cierto, por si acaso existieran dudas sobre ello, solo habría que indagar entre los docentes y preguntarles ¿cuáles son las razones por las que debe planear su curso?, ¿cuál es la utilidad de la planeación elaborada por ellos?, etc.
Entre la multitud de respuestas probables a la pregunta anterior, habrá una que termina cualquier diálogo inteligente y que consiste en: planeo mi curso porque debo cumplir con un requisito administrativo. Este tipo de respuesta lo único que evidencia es una la falta de sentido pedagógico y de comprensión del quehacer docente, como cita López (2001:21) El docente sólo ve la parte superficial del proceso porque sólo en ella pone atención, pues no alcanza a percibir el inconsciente de los programas que elabora; porque, además, las apariencias engañan, y una práctica técnica y aparentemente mecánica con fines administrativos debe llevar implícitas muchas valoraciones y concepciones del profesor acerca de su tarea.. El docente debe ser consciente de su labor educativa, haciendo de la planeación un momento de profunda reflexión con sentido educativo. Decidir sobre lo que el alumno ha de aprender, exige comprender el proceso de planeación como un proceso que eduque y no como un proceso prescriptivo y estático.