PARADIGMAS EDUCATIVOS
Por: Rafael Fiscal Flores[1]
La conclusión de la semana pasada básicamente se centró en tres ejes principales: entender las tareas de la profesión de enseñar, el compromiso que debemos asumir como docentes y, por tanto, la tarea que debemos cumplir de cara al desarrollo cognitivo del alumno. Es importante no olvidar que las propuestas educativas representan evoluciones históricas de los fines educativos, que intentan explicar, mejorar o reemplazar otras propuestas educativas, siempre impulsadas por un tipo de hombre que la sociedad demanda. Sin embargo, más allá de la especificidad de las propuestas educativas, es importante no olvidar que el proceso educativo, es un proceso transformador, donde están implicadas las personas antes que los conocimientos y las competencias. Por tanto, los esfuerzos de todos los agentes educativos deben converger en un proceso transformador eminentemente humano.
En la evolución histórica del hombre, diversas explicaciones teóricas se han ido construyendo para entender fenómenos de la vida y de la naturaleza con la que interactúa. Es así como se han elaborado conjuntos sistemáticos de explicaciones que dan cuenta de los diferentes componentes de un fenómeno, constituyendo un corpus coherente que fundamenta el por qué de cada uno de estos componentes. Se puede afirmar que un paradigma es la forma básica de percibir, pensar, valorar y actuar sobre la base de una visión particular de la realidad, o como cita Hernández Rojas [...] son matrices disciplinares o configuraciones de creencias, valores metodológicos y supuestos teóricos que comparte una comunidad específica de investigadores. (2004:76).
Basándose en lo anterior se puede afirmar que un paradigma es un determinado marco desde el cual miramos el mundo, lo comprendemos, lo interpretamos e intervenimos sobre él. Abarca desde el conjunto de conocimientos científicos que imperan en una época determinada hasta las formas de pensar y de sentir de la gente en un determinado lugar y momento histórico. Como se puede observar, un paradigma representa una visión parcial de la realidad, en este caso, de la educación.
Hernández Rojas (2004: 67-68) reconoce una cierta estructura que permite analizar con un mínimo de racionalidad cada paradigma producto del trabajo de la psicología de la educación, identificando cinco componentes que para Hernández Rojas (2004) es definitorio, a saber: la problemática que por medio de ese paradigma se decide tomar como campo de estudio o área de investigación, los fundamentos epistemológicos vinculados a ciertas concepciones filosóficas, los supuestos o sustentos teóricos que son la base conceptual disciplinar compartidos por los especialistas, el conjunto de métodos, reglas, procedimientos y técnicas aceptados por la comunidad que comparte ese paradigma y finalmente los planteamientos implícitos en la propuesta paradigmática para hacer frente a problemáticas propias de un área específica como es el caso del contexto educativo.
Cada uno de los paradigmas derivados de la psicología de la educación en una óptica proyectiva de aplicación en el campo de la educación, presentan posturas que tratan de explicar, por ejemplo: el proceso de aprendizaje y los fenómenos que lo constituyen, así como los determinantes del aprendizaje, partiendo del estudio de las características del sujeto cognoscente, tal es el caso de las disposiciones cognitivas, afectivas y de personalidad que pueden influir en los resultados del aprendizaje, la enseñanza y desarrollo del pensamiento, las implicaciones educativas y la interacción educativa existente entre maestro-alumno, alumno-alumno etc., en otros.
Es así como todos los paradigmas desde una perspectiva general contribuyen al conocimiento y proporcionan fundamentos explicativos desde diferentes enfoques. Se puede considerar con toda seguridad que no existe un paradigma que contenga todo el conocimiento acumulado para explicar el proceso del aprendizaje. Con ello es posible entender que en la realidad se puede actuar aplicando conceptos de uno y de otro paradigma; dependiendo de las situaciones y los propósitos perseguidos. De ahí que no es posible adjetivar el trabajo de los profesores, como suele hacerse, por ejemplo; este o tal profesor es conductista, este otro es tradicionalista, este es bueno porque es constructivista, este profesor esta muy preparado porque tiene doctorado en educación, aquel profesor es mejor porque tiene muchos años de experiencia, etc. Desde mí muy particular punto de vista, este tipo de comentarios sólo denota una cierta ignorancia educativa de aquellos que etiquetan de esa forma a los profesores.
La extrapolación de los supuestos implícitos en cada paradigma al contexto educativo y específicamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje, no parece que se termine con la adopción de un paradigma u otro, sino que, la realidad que rodea el proceso educativo, siempre será más compleja de lo que aparentemente resulta ser y, por tanto, se convierte en una condicionante que puede hacer fracasar los intentos más laudables por poner en práctica alguno de los paradigmas, toda vez que dicha realidad es entendida y filtrada o tamizada por nuestro sistema de analizadores y, por tanto, siempre incompleta; al respecto Fernández (1994:98) afirma que La realidad es siempre más rica que todos los sistemas de análisis y todas las rejillas que pretenden analizarla, encasillarla, clasificarla, describirla o normarla. Lo que hacemos para conocer y comprender la realidad focalizada por nuestro interés no es más que someterla al filtro de nuestro sistema de analizadores o, si se prefiere la metáfora de Popper, echar nuestra red de conceptos disponibles al océano y tratar de pescar todo lo que la finura o tosquedad de su entramado permita.
Cada teoría, paradigma y por consecuencia cada autor, consideran el aprendizaje de diferente forma y lo explica con diferentes conceptos y desde referentes diversos. Para unos será un cambio de conducta o de comportamiento, para otro será una nueva forma de adaptarse, otros lo explican como una vivencia personal interna. En realidad lo único cierto es que los seres humanos estamos aprendiendo constantemente en diferentes formas, ocupando diversas estrategias para lograr aprendizajes. El hecho que esto suceda así, es producto de determinadas condiciones externas y características propias de cada ser humano. Es difícil no estar de acuerdo (más allá de los supuestos epistemológicos y filosóficos de cualquier paradigma psicoeducativo) sobre el papel fundamental que juegan y de la implicación ineludible en el proceso de enseñanza-aprendizaje de factores tan complejos como: