PRINCIPIO DE MOTIVACIÓN POR EL PROFESOR
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PRINCIPIO DE MOTIVACIÓN POR EL PROFESOR
Por: Rafael Fiscal Flores*

 Mucho se ha hablado del perfil del profesor motivante y por supuesto del profesor desmotivante, no hay la menor duda de que ciertas actitudes de los profesores motivan a los alumnos poniéndoles en situación de aprendizaje, haciendo, por tanto, que los alumnos se dediquen con más interés al proceso de aprendizaje. De igual forma hay actitudes de los profesores que provocan en los alumnos el desinterés y la desmotivación por la materia, y en general por los aprendizajes.

Perfectamente podríamos hacer una larga lista de aquellas actitudes de los profesores que obran a favor de la motivación de sus alumnos hacia los contenidos de la materia y de aquellas que obran en contra de dicha motivación. Pero creo que obtener una lista de tal naturaleza resultaría ocioso, después de todo lo único cierto es que los profesores explicamos lo que sabemos, pero enseñamos lo que somos.
 

 Efectivamente el que se obtenga un perfil del profesor motivante o desmotivante de algo debe de servir, pero creo que es más importante y definitorio que lejos de que el profesor trate de imitar conductas que no le son propias, se haga cargo de reconocer aquellas conductas que le definen y que juegan a favor de obtener altos niveles de motivación de los alumnos hacia los contenidos de la materia, y evidentemente de aquellas que juegan en contra.

 

 No se trata de imitar conductas de otros por más que los fines sean benéficos, porque después de todo se estaría incurriendo en actitudes hipócritas, difíciles de mantener. El secreto se ubica en el tipo de relación que el profesor crea y mantiene con los alumnos. Relación que tiene más que ver con lo que el profesor es, que con lo que el profesor diga, haga o deje de hacer. Sin embargo, resulta todavía de mayor importancia la percepción que el alumno tiene de lo que su profesor es. Por lo que la imagen/percepción del profesor, motivante para el alumno, e inspiradora de una atmósfera de confianza, no surge sólo de los sentimientos sinceros y reales de los profesores hacia sus alumnos, sino de los sentimientos que los alumnos perciben en sus profesores.

 

 En el ámbito escolar la relación entre profesor y alumnos se denomina relación pedagógica “entendida como una mediación capaz de promover y acompañar el aprendizaje de nuestros interlocutores, es decir, de promover en los educandos la tarea de construirse y de apropiarse del mundo y de sí mismos” (Prieto Castillo, 1995:15). Por su parte Postic (2000:15) considera la relación pedagógica como una relación educativa significada por “el conjunto de relaciones sociales que se establecen entre el educador y los que él educa, para ir hacia los objetivos educativos, en una estructura institucional dada, relaciones que poseen características cognitivas y afectivas identificables y que tienen un desarrollo y viven una historia”.


 

 De acuerdo a Prieto Castillo (1995) y Postic (2000) la función del profesor en su calidad de facilitador del aprendizaje, habrá de entenderse como la de un mediador en el encuentro del estudiante con el conocimiento. Dicha mediación ha sido caracterizada por Gimeno Sacristán (1988) citado por Díaz Barriga y Hernández Rojas (1998:1-2) como “la de un mediador entre el alumno y la cultura a través de su propio nivel cultural, por la significación que asigna al currículo en general y al conocimiento que transmite en particular, y por las actitudes que tiene hacia el conocimiento. (...) Entender cómo los profesores median en el conocimiento que los alumnos aprenden en las instituciones educativas, es un factor necesario para que se comprenda mejor porque los estudiantes difieren en lo que aprenden, las actitudes hacia lo aprendido y hacia el proceso de aprender”.

 

 La relación pedagógica, como parte del currículo es contenido explícito e implícito del proceso de enseñanza-aprendizaje y requiere constante reflexión y análisis. Situada históricamente, es atravesada por el contexto político e institucional y los componentes psicosociales. En el centro de ese vínculo profesor-alumno se ubica el problema del saber y del poder, la posibilidad de transmisión, producción y reproducción de la cultura. Por otro lado, la construcción de una relación pedagógica debe estar definida por el diálogo y la cooperación entre iguales como seres racionales que somos unos y otros. Sin embargo, la democratización de las relaciones profesor-alumno no suprime las diferencias de roles y funciones. No ha de soslayarse el trabajo del profesor como el responsable de la enseñanza ni indiscriminarlo en pro de una supuesta búsqueda de simetría. Esta concepción empobrece la tarea educativa, minimiza la relevancia de los saberes propuestos por el educador creando confusión y ambigüedad al alumno.

 La relación pedagógica, por tanto, pone de manifiesto el estilo de relaciones que caracterizan cada aula, cuyos participantes han de aprender a valorar los procesos y resultados que definen la vida formativa de las aulas. La importancia de la relación pedagógica abarca no sólo la relación profesor-alumno, sino que incluye todas las posibles relaciones que se establecen dentro y fuera del aula en su totalidad, en este sentido la interacción puede abarcar: la relación profesor-alumno, la relación profesor-profesor, la relación alumno-alumno, la relación profesor-autoridad y la relación alumno-autoridad. Sevillano (1995) resalta la importancia de estas interacciones pues señala que éstas ponen de manifiesto, entre otras consecuencias las siguientes: la calidad relacional de los miembros de la clase, el conjunto de actuaciones y formas de trabajo, el discurso que construyen los participantes en el aula, las claves que caracterizan la relación entre los miembros, el clima social resultante de la interacción, el conjunto de decisiones asumidas en el aula, la explicación de la teoría de enseñanza del docente, el conjunto de estilos relacionales de los profesores y los estudiantes y las posibilidades reales de intercambio entre estudiantes y de éstos con el profesor. 


 

 Estas consecuencias de la actuación interactiva en el aula plantean grandes interrogantes al profesor, sin embargo, para que la interacción propicie en los docentes una base importante para relacionarse con los alumnos es necesario que estas interacciones sean analizadas, para comprenderse y explicar la realidad relacional que se da en el aula. Toda vez, que es el profesor el que ha de crear el conjunto de relaciones más pertinentes con el método que desea aplicar. En este sentido Villa (2000:968) hace referencia a la importancia y el papel que debe desempeñar el profesor universitario “los profesores deben tener una mayor sensibilidad hacia las motivaciones de sus alumnos, mayor confianza en sus relaciones con la gente, grandes expectativas de que sucedan en sus aulas aprendizajes auténticos y profundos, y una gran dedicación a promocionar valores humanos a través de la enseñanza”.

 

 El trabajo personal con los alumnos requiere de una actitud de confianza y de apoyo por parte del profesor, que le motive a ampliar la calidad y frecuencia de las decisiones, a incrementar el margen de trabajos y actividades personales. Otro aspecto importante que debe tomarse en cuenta en la interacción entre los profesores y estudiantes es la colaboración y empatía que deben existir entre ellos. La apertura y confianza mutua son esenciales para que en conjunto avancen y desarrollen procesos relacionales y comunicativos eficaces.

 

 La relación profesor-alumno en algunos casos va acompañada del conflicto, pues no siempre ésta se da en su sentido ideal, sino que se presenta con características conflictivas. En tal sentido, Sevillano (1995) considera que la interacción, también se puede entender como un estado de tensión en permanente aumento, entre el deber ser resultante de la acción del profesor y el hacer y ser natural de cada alumno; distante en su proceso personal de tal deber ser. Esta tensión puede considerarse hasta cierto punto natural ya que la acción educativa es posibilidad de mejora, que supone una lucha necesaria entre las opciones del profesor y las del estudiante. Sin embargo, esta tensión debe ser entendida según las posibilidades de desarrollo y en la necesaria participación entre los protagonistas. El conflicto en las relaciones puede ser útil cuando se asume como un espacio de reflexión abierto, de transformación y de mejora de la práctica educativa, ya que la acción comunicativa es esencial en todo proceso de mejora del ser humano.

 

 La función de los profesores fundamentalmente es la de favorecer experiencias a través de las cuales el alumno, pueda tomar contacto consigo mismo y con los saberes. Sin embargo, el profesor debe saber que el alumno tiende a rechazar todas aquellas experiencias que se presenten como amenazadoras. Por tanto, el profesor tiene que generar un clima áulico propicio para una relación pedagógica productiva, evidentemente a través de la comunicación, donde si se quiere lograr que la relación educativa sea auténtica, habrá que establecer un clima donde el estudiante sienta y experimente por sí mismo, que puede ser él mismo. En tal sentido el educador debe ser entendido cómo vínculo de ayuda, de interacción, de mediación entre su situación actual deficitaria del alumno y la adquisición de niveles superiores de desarrollo, por muy básicos que éstos sean.

 

*Rafael Fiscal Flores (Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.) es Maestro en Educación Superior y especialista en informática, actualmente es Coordinador de la Ingeniería en Desarrollo de Software de la Universidad Realística de México.

Bibliografía.

Díaz Barriga Arceo, Frida y Hernández Rojas, G. (1998). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo. una interpretación constructivista. México: McGraw Hill.

Postic, M. (2000). La relación educativa: factores institucionales , sociológicos y culturales. Madrid: Narcea.

Prieto C., Daniel. (1995). Mediación pedagógica y nuevas tecnologías. Santa Fé de Bogotá: ICFES – Pontificia Universidad Javeriana.

Sevillano, M. L. (1995). Evaluación de materiales y equipos, en tecnología educativa. nuevas tecnologías aplicadas a la educación. Elche: Marfil.

Villa, A. (Ed.) (2000). Liderazgo y Organizaciones que aprenden. Actas del III Congreso Internacional sobre Dirección de Centros Educativos. Bilbao: ICE de la Universidad de Deusto - Mensajero.

 

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