Tres poemas de Silvia Guerra
Minuto a Minuto

 

 

18 de mayo de 2021

 

Por ejemplo: el calor. En cualquier parte del día Incendia la columna, llena de agua pliegues,
recovecos de los que se desconocía su existencia. Sí. Sí.
Aparecen membranas mientras va cantando el día
Y todo lo que está, florece. Olores. De las flores, orín, olor del corazón bombeando negro
apretujado ya falto en su raíz. Sí, Olor del miedo cuando joven la grupa por el monte fulgía.
Sí. Y más acá paisajes, con aviones, los ríos dibujándose en el mapa. Todo el ras de la tierra
en polvareda. Más miedo despertado en los incidentes de la tarde. Ah.
La definición se ve impelida el tiempo pasa sucediéndose en tramos, extremos, la música disuelve los huesos
de los hombros, los pequeños omóplatos. Esa es la unción de los pezones incipientes un
día, raya, la foto mantiene la espalda en presente infinito frente al agua. Ahora en la voz,
ahora en el cuello que se cede, en el calor. Traicionero. El cuadro de Brueghel desplegado
en las tablas donde pasa a la vez, todo. Simultáneo. El calor, los montes de hace un rato
desprendiendo olor a matorral, un poco de sangre en la corteza colándose hacia abajo. No
hay resultados, todo, a mismo tiempo.

 

***


En la otra punta de la línea se balancea la impotencia
Pero en medio está todo. Pugnando por su forma imposible.
Acumulándose en el producimiento interminable. Se huele
se oye el ruido de fondo que acelera su pulso. Emerge
de los sueños mezclada con la niebla en jirones, crujiendo
de asombro en la penumbra. Acunada, y el diálogo
amoroso que descansa en la paz del laurel. Preferís el mes de
tierra removida como marca el recuerdo y esa voz
que se escucha en los andenes de alta velocidad repite
no te creas –no te creas–
no te creas –no te creas. Se sostiene porque la sola
vida la sola manera de estar vivo ha dictado esa cifra. Que gotea
en la especificidad del tramo. Aparece en los ojos la perdición
justo cuando la enfermedad daba la vuelta.
La proyección tira del halo más allá. Que jala. Ya nadie sabrá nada.
Solamente retumba la voz de los andenes al compás del zumbido
Y parece que dice Chajá! Chajá! Chajá!



***


No quedaba tan claro como viene. Si es del anudamiento o es del pasmo, Nunca sabrá el
olvido lo que cubre. Balanceándose como un vestido de verano en la azotea insinuaba
opulencia en el verde, advenimiento de lo casto produciéndose, océano desde sí más a la
espuma. Recorría la costa buscando entre las rocas veletas animales del plancton partículas
de seres que la noche ilumina. Hasta ahí, el canto era otra cosa.

Después la oscuridad pone su marcha y en la pregunta aplasta lo que emerge. El mar
como un fondo o apego algo que llama. Siempre a llorar por esas mismas partes de cielo,
esos recortes de la costa en las desembocaduras. Hay un borde en el que crecen pinos
que perfuman el viento. Una superposición de mareas, una alborada saca polvo del astro:
debería el tiempo respetar esas cosas y las líneas dibujarse en otra dimensión.

Cables trenzados, rayas que no cesan. Las mujeres se agolpan. Los vestidos se
achatan, quién quiere remontar esa subida, si son monos famélicos que desde la cima
tiran piedras. El traje en la ventana se ventila y guarda, entre las fibras, las
temperaturas de la brisa.

Puede ser que la muerte se introduzca esta tarde.
Puede ser que se anime, o que no le convenga.

Como esas rutas que atraviesan los campos, es el mismo campo compungido
atravesado por la estepa aunque a esa altura ya haya surtidores, agua en baldes de
lata, remansos en la sombra. Lo que queda de ahí es viento amable que a veces
trae perfume de fruta, de hojas de limonero, de árboles de duraznos agrupados.
Así la medianera, así el silencio de la distracción y la distancia.

Pasa una nueva altura sobre sandalias libres que lleva de otro modo la minucia. Y
se desprende la blusa en la frescura del color violeta. Pasa la luz y filtra lo que el
sol dejó en la fruta, más perfume viscoso, el tiempo apremia. Sólo el alrededor
que queda en los cordófonos cuando pica la tarde entre las aves.

Arma la rama que dice sólo Ahora.
Los vegetales se deletrean entre los dedos.
Las yemas que apaciguan al tacto del socaire.

A la textura de su crecimiento.

 

Silvia Guerra (Maldonado, Uruguay)

Publicaciones de poesía:
De la arena nace el agua. Editorial Destabanda, Montevideo, 1986.
Idea de la aventura.  Ediciones de la cadena, Feria Nacional de Libros y Grabados, Montevideo, 1990.
Replicantes  astrales. Serie de los Premios, Intendencia Municipal de Montevideo, 1993. Primer Premio de Poesía de la Intendencia Municipal de Montevideo
La sombra de la azucena. Editorial Cantus Firmus, New York, 2000.
Nada de nadie. Editorial Tsé Tsé, Buenos Aires, 2001.
Estampas de un tapiz. Plaquette, Pen Press, New York, 2006.
Pulso. Editorial Amargord, Madrid, 2011.
Todo comienzo, lugar. Silvia Guerra – José Kózer, Editorial Casa Vacía, Richmond, Virginia 2016.
Un mar en madrugada. Editorial Hilos, Buenos Aires, 2017.
Otras publicaciones
Fuera del relato. Una biografía aproximada de Lautréamont, Ed. Bassarai, España, 2007.

Historias de un pueblo que dejó de serlo. ganador del Premio Procltura de la ciudad de Maldonado, con dibujos de Inés Omedo, H editores, Montevideo 2014.cuentos para chicos, que integró la terna para el Bartolomé Hidalgo ese mismo año.

Conversaciones Oblicuas / Diálogos entre la cultura y el poder, Caracol al galope, Montevideo, 2002. Coautora, junto a Verónica D’Auria , libro de reportajes.