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METODOLOGÍA DIDÁCTICA (III)
Por: Rafael Fiscal Flores*
En las dos semanas pasadas se abordó el efecto del residuo de indeterminación técnico-semántica en las decisiones metodológicas que sustenten los métodos didácticos que el profesor empleará para ayudar a que sus alumnos aprendan. Seguidamente recién se abordó el tema de las fuentes-criterio que permiten seleccionar con un mínimo de racionalidad educativa la metodología didáctica que más se ajuste a las necesidades educativas. Hoy iniciamos una serie de principios que pueden hacer de la operacionalización del método o métodos didácticos, un esfuerzo educativo que permite contar con posibilidades muy altas de éxito.
Una vez que se ha tomado la decisión de elegir la alternativa didáctica, decisión crucial para sostener una propuesta didáctica con un mínimo de sentido educativo, es necesario volver a la concreción del método didáctico, ahora es tiempo de ocuparse de la puesta en práctica de la metodología didáctica seleccionada. Para nadie es ajeno, que en ocasiones, métodos didácticos precedidos de mucho éxito resultan ser bochornosos fracasos cuando los profesores, sin más, los aplican en sus cursos sin el más mínimo esfuerzo de racionalidad pedagógica, didáctica y técnica.
La decisión de aplicar tales o cuales métodos didácticos es muy importante, pero no lo es menos la forma en como es aplicado y de hecho ese es el origen del fracaso/éxito de excelentes alternativas metodológicas didácticas. Dicho en otras palabras, ahora el problema no es tanto el método, sino la forma en como éste es operacionalizado en el terreno de los hechos a nivel del aula. Para nadie es un secreto que profesores calificados de tradicionalistas que no están actualizados con los últimos adelantos de la didáctica, logran obtener mejores resultados que aquellos que utilizan lo más novedoso en el campo de la didáctica. Lo primero que me viene a la mente es el siguiente razonamiento (...) entonces el problema no es el método didáctico por medio del cual el profesor pretende que yo aprenda. Si no el profesor que con su método cree que yo puedo aprender. Recuerdo haber tenido profesores que hoy serían prácticamente desechados como candidatos a ocupar un espacio en la Universidad para hacerse cargo de alguna materia, primero porque serían tachados de tradicionalistas y segundo porque no se han actualizado en las teorías y propuestas modernistas didácticas de hoy día. Sin embargo, gracias a esos profesores es que hoy puedo desempeñar mi profesión con decoro, honestidad, satisfacción, seguridad y capacidad intelectual, pero que por sobretodo, lograron lo que los demás con todo y sus métodos didácticos novedosos no pudieron hacer, me refiero a la capacidad de aprender a aprender, ellos lograron que yo encontrara o fuera construyendo mi propio método sobre como acercarme al conocimiento, y eso amigos míos vale oro puro. Por tanto creo que el problema no está en el método y únicamente en él, sino principalmente en aquel que operacionaliza tal o cual método.
La pregunta inmediata sería ¿qué hace que un método didáctico tenga éxito o fracase? Bueno la respuesta inmediata es la forma en como es operacionalizado dicho método. Las observaciones o características de operacionalización de cada método ya vienen dadas en el paquete didáctico de cada método. Sin embargo, todo mundo sabe que un mismo método no puede y de hecho no es operacionalizado de la misma forma inclusive por un mismo profesor. Lo anterior hace pensar que deben existir algunos principios, observaciones y/o recomendaciones que acompañan a cualquier metodología didáctica, que bien pueden tener su origen en la experiencia acumulada del docente o forman parte de las orientaciones del propio método elegido. Tales observaciones o recomendaciones Fernández (1994) las define como constantes metodológicas básicas, que son aplicables a cualquier intervención didáctica concreta, que se precie de ser educativa. En este mismo sentido Rugarcía (1997:373) coincide con Fernández (1994) en el hecho de que hay que tener claro que en la búsqueda pretenciosa de encontrar el método más eficaz, a lo más que podemos aspirar es a (...) establecer los principios metodológicos aplicables por los profesores para ir decidiendo qué hacer en sus cursos, ir estableciendo su método.
Dicho en otras palabras un método didáctico eficaz para el éxito pedagógico no existe, ni la solución sin esfuerzo de los complejos problemas docentes, ni la descripción del mejor modo de enseñar. No se pueden entender los principios de la enseñanza como dogmas estáticos, sino, como interacciones dinámicas con las metas cognoscitivas y sociales, con los procedimientos que subyacen a las teorías del aprendizaje y con las características personales e individuales del binomio profesor-alumno. No habrá metodología didáctica perfecta que se precie de serlo, pero lo que no se puede negar, es la existencia de principios metodológicos didácticos, que pueden operacionalizarse en las más diversas aplicaciones de la intervención didáctica. Así, Fernández (1994:590) define las constantes metodológicas como (...) una especie de adjetivo que, en nuestra descripción de una buena metodología, debería ser aplicable a cualquier intervención didáctica concreta, sea cual fuere el componente temático curricular de que se trate y sea cual fuere el nivel del sistema educativo para el que un currículo académico pueda estar pensado. Obviamente Fernández (1994) hace hincapié en que tales invariantes metodológicas no están de forma alguna desvinculadas de las cuatro fuentes criterio (contenido temático del área disciplinar, alumnos a los cuales está dirigido el curso, profesor que se hará cargo de impartir el curso y el contexto en el cual se desarrollará el curso).