13 de agosto de 2014
Valsequillo se ha convertido en una de las cloacas más grandes del planeta. La recuperación cada día aminora sus posibilidades de convertirse en humedal y oasis de aves migratorias a pesar de recibir hace poco, la denominación de sitio Ramsar, es decir, un humedal de importancia internacional. La represa ha sido convertida en depósito de metales pesados, detergentes, colorantes e incluso deshechos sólidos, entre otros lámparas, focos, latas, plásticos que nadie detiene por más que algunos grupos se esfuercen por demostrar la viabilidad de proyectos realmente interesantes pero, desgraciadamente, no han decantado a la indiferente comunidad.
En casi setenta años, desde que se construyó la cortina de la represa, uno de los ambientes especiales rico en biodiversidad del estado de Puebla, se desvanece irremediablemente. De poco sirvió el traslado de la Colonia Los Ángeles a su ubicación actual debido a la inundación obligada de la antigua ubicación, o cubrir un sistema de cavernas con miles de murciélagos que eran parte del sistema ecológico de la región. Desde entonces, las nubes de mosquitos proliferan en la región e incluso, invaden la ciudad. Las enfermedades del sistema digestivo en muchas comunidades, tienen su origen en la extrema contaminación de las aguas que sirven para riego en el distrito de Tepeaca, Tecamachalco y Tehuacán.
Para colmo la presión urbana ya invade algunos lugares cercanos al lago y claro, los drenajes se dirigen directamente al agua; la pesca que sostenía parte de la dieta y economía regional se perdió hace mucho tiempo, la autoridad extraviada de ideas y con incapacidad proverbial, no ha sabido ejercer el mandato de gobierno que debería buscar el bien común y preservar el medio. Ya se sabe: la ignorancia es el camino más corto a la indiferencia y de ahí a las declaraciones anodinas y vacías sólo hay un paso.
Valsequillo ha sido uno de las regiones del Continente Americano, con elementos fundamentales para la investigación sobre paleoclimas y su evolución al presente, además, la región ha aportado datos arqueológicos cruciales para establecer los mecanismos migratorios de los primeros hombres en el continente. Desde los hallazgos de Ostrander y Dorenberg, a finales del siglo XIX, con los aportes del paleontólogo alemán W. Freudenberg ya se sabía de la importancia de la región desde muchos años antes que se construyera la represa. Durante los años 30 del siglo pasado, un hombre extraordinario comenzó casi en solitario una ardua exploración. Juan Armenta Camacho dedicó sus personales recursos, esfuerzo y dedicación para colectar fósiles de mastodonte, gliptodonte (análogo a un armadillo gigante), caballo americano, perezoso, bisonte, gato dientes de sable y otros muchos animales que componían la rica fauna de la región. En agosto de 1962, la revista Life publicó un artículo en el cual daba cuenta de un hallazgo de considerable importancia. Se trataba de un fragmento de pelvis de bisonte en cuya superficie aparecían grabados que sugerían escenas de caza y representaciones de animales. La publicación de Life despertó un considerable interés en muchos sectores académicos y el resultado fue que la American Philosophycal Society de Estados Unidos, financiara una serie de exploraciones apoyadas por un grupo de arqueólogos y geólogos encabezados por la doctora Cynthia Irwin Williams y la especialista en materiales volcánicos Virginia Steen McIntyre. Las excavaciones comenzaron en una región conocida como Hueyatlaco a un costado de la población de Tetela. Las excavaciones marchaban según los planes, pronto se encontraron algunas evidencias que sugerían cacería de megafauna (restos de amut asociados con herramientas de pedernal. Una punta de obsidiana se acodaba perfectamente en un fragmento de mandíbula de mastodonte. No era hasta aquel punto algo fuera de los cánones de la prehistoria americana, pero al fechar los hallazgos, las cosas cambiaron radicalmente. Los arqueólogos se sobresaltaron al recibir los fechamientos de los geólogos: las fechas obtenidas mediante el análisis de ceniza volcánica que cubría los restos, daba la sorprendente edad de 285 mil años. La reacción no se hizo esperar, los expertos mexicanos, hasta aquel momento con un interés marginal en el proyecto, "se aparecieron súbitamente" y contaminaron de inmediato con el mal nacional de siempre: la fácil descalificación, el egoísmo y la estupidez, el argumento es muy conocido en toda empresa de éxito "son puros aficionados, los hallazgos fueron sembrados, Armenta es sólo un coleccionista de domingo" y cosas por el estilo. Juan Armenta Camacho fue despedido de su trabajo en la Universidad Autónoma de Puebla donde había fundado el departamento de Antropología, le decomisaron los fósiles colectados durante buena parte de su vida, la envidia y la mezquindad se enseñorearon como divisa de los hallazgos, los cubrieron de sombras y desaparecieron en las bodegas institucionales. Muchos recordamos al profesor Armenta, los otros ya fueron olvidados. La fecha era realmente asombrosa, no fue aceptada e incluso en nuestros días la polémica sigue su lenta marcha entre los especialistas. Es claro que Valsequillo es una región cuyo interés no se limita a recuperar el lago y eliminar la enorme cloaca, es un sitio que debería ser preservado para referencia y estudio de los exploradores del futuro. Nos despedimos con Sor Juana: "¿En perseguirme, Mundo, qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas?

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