La erupción del San Martín Tuxtla
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-Lecturas para cerebros raros-

No puedo hablar con mi voz, sino con mis voces.
A. Pizarnik

 

La historia del hombre admite múltiples lecturas; lectura siempre incompleta bifurcación donde se fugan los grandes y pequeños sucesos cotidianos.  Después se vislumbran borrosos a través de las rendijas de un pasado poblado de fantasmas. Ha escrito la antropóloga Ruth Benedict que las sociedades humanas oscilan entre dos grandes fuerzas: lo Apolíneo, búsqueda del orden entre lo humano y los confusos elementos sagrados, y el carácter  Dionisíaco: la múltiple cara de lo profano marcada por el desorden, la oscuridad y la muerte.

Así, aquello que significa la pérdida, el desorden o, simbólicamente, la fantasmal presencia de Dionisio, que se multiplica sin detenerse y arrastra al hombre hacia las profundidades de su propia miseria, hasta encontrarse con el misterio de la muerte. Una perturbación súbita pone a prueba el sistema completo de una civilización se refleja el carácter de Dionisio y es cuando expresamos el sentimiento de terror ante lo inesperado y lo denominamos “desastre”: que se traduce en una profunda modificación de la ¨cultura¨ con sus variantes mágico religiosas, valores morales, arte, ciencia, religión  y todo aquello que el hombre ha construido para enfrentar el constante vaivén de una naturaleza indiferente a las obras humanas.

La historia humana, entonces, ha coexistido con la presencia periódica de fenómenos naturales de magnitud que superan con mucho la capacidad para enfrentarlos. No obstante la construcción de una cultura y de su expresión mas acabada, la “civilización”, ha sido puesta a prueba una y otra vez a la exigencia de una  adaptación a los fenómenos naturales cíclicos que más de una ocasión ha borrado civilizaciones enteras.

Un caso típico son las erupciones volcánicas, a las cuales creemos que son fenómenos distantes que nada tiene que ver con nuestra vida cotidiana, Dramáticamente no es así y no únicamente con el Popo. En México se han producido un gran número de erupciones de las cuales apenas tenemos una vaga noticia, como ejemplo remontémonos a marzo y abril de 1793, según cuenta el geólogo José Mociño  al dar noticia de la terrible erupción del volcán San Martín Tuxtla ocurrida aquel año. ¨...a las cuatro de la tarde, se oyeron por la comarca, ruidos que por ser subterráneos llamaron la atención de la gente y por la nublazón creyeron venir un fuerte aguacero... a las seis se dejó ver el cerro de Tuxtla con una gran columna de fuego, de cuyo centro se disparaban con estruendo, muchísimas centellas que culebreaban en diversas direcciones... intimidaron de tal suerte a los vivientes que acudieron en tropel a los templos a implorar la Divina Misericordia... no se oía mas que predicación, golpes de pecho y oración...

Dos días duró sin mas novedad que estremecimientos de tierra. La noche del 2 al 4 [de abril] el gobernador del Real fuerte de San Carlos de Perote y cuantas personas había dentro de aquel castillo, creyeron que se estaba disparando toda la artillería de Veracruz. El mismo estruendo se percibió en Teziutlán distante seis leguas de Perote... el 22 de mayo de 1793, a las siete de la mañana fue la segunda erupción. La elevación del fuego mucho mayor, más frecuente el relampagueo y más copiosa la lluvia de arena¨  Los vecinos me aseguran que jamás han experimentado noche más tenebrosa que aquella...

El día 23 llegaron a Oaxaca las nubes que la arena había formado... casi al mismo tiempo, hubo igual lluvia a cinco leguas por Tehuacán, Orizaba y Córdoba de manera que he calculado, añade Mociño, que la ceniza del Tuxtla cubrió 11 mil leguas cuadradas. El 28 de junio fue mayor la erupción. Se desfiguró el camino del correo, la arboleda pereció. El río de Tuxtla, antes de cristalinas aguas, ahora es turbio y todo el lecho quedó lleno de bancos de arena.

Estas acumulaciones han causado mucha disentería y las profundas toses no reconocen otro origen que el envenenamiento de la atmósfera. 

Mociño con gran inteligencia, logra detener una huida masiva de los habitantes y termina su informe al llamar la atención de los afectados: ¨...llamé a la gente y les hice reflexionar que no hay asilo contra la ira de Dios provocada por nuestras culpas, ni arbitrio para escapar de sus efectos... que el volcán es un efecto puramente natural... La experiencia les ha hecho ver que no son antojadizos mis lisonjeros pronósticos. Gracias a la ceniza han levantado una buena cosecha de maíz,  pues dan cien mazorcas por medio real; pinta grandemente la de frijol, y los algodones se hallan en estado inmejorable.

Nadie recuerda que alguien muriera por la erupción pero quedaron en la memoria de la gente varias generaciones hasta que fue olvidada. , La destrucción fue grande pero la escasa población asida a la oración permaneció en esas selváticas tierras. Sin embargo, allí, junto al mar, entre la bruma del Golfo se yergue una amenaza que la cultura dejó deslizar peligrosamente a los rincones desleídos de la historia.

alejandro rivera perez

Alejandro Rivera Domínguez es director de la Estación de Satélites Kosmos Puebla.