QUÉ PASA CON LA EDUCACIÓN EN MÉXICO
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Desde hace muchos años se habla de la crisis de la educación en nuestro país.  Estudios van y vienen acompañados de diagnósticos siempre repetitivos -tomados seguramente de las mismas fuentes...  

QUÉ PASA CON LA EDUCACIÓN EN MÉXICO

   Por:Luis G. Benavides Ilizaliturri[1] 

Mayo de 1994

Puebla, México.

www.cipae.edu.mx

La educación en el banquillo de acusados

  Desde hace muchos años se habla de la crisis de la educación en nuestro país.  Estudios van y vienen acompañados de diagnósticos siempre repetitivos -tomados seguramente de las mismas fuentes oficiales[2]- donde nos quieren convencer de algo que todos sabemos, sentimos y sufrimos.   Sin embargo, con números alarmantes de reprobados,  desertores, analfabetas y muchos otros datos de rezagos escolares se nos insiste en lo mal que está la educación.  

Para hacer la situación más bochornosa, se comparan nuestros tristes logros con los de otros países: Japón, Corea, Francia y ¡hasta con Estados Unidos!

Claro, que surge un poco de alivio cuando los estudiosos nos demuestran que en cuestión de resultados educativos, tan mal está la escuela de paga como la pública; y que, en definitiva la educación está tan mal debido a que:   

1.   Los maestros están muy mal pagados y muy rudimentariamente preparados[3]. 

   

2.   El presupuesto que el gobierno reserva para gastos educativos no alcanza los porcentajes que supuestamente los organismos internacionales exigen[4].

 

3.   No se cumplen cabalmente las disposiciones constitucionales de educación laica, gratuita y universal.

   

Estos resultados de sesudas investigaciones, nos permitirán -como sociedad- seguir culpando al gobierno, a la escuela y de paso a los maestros de los terribles daños  que la falta de educación o su deficiente calidad nos han causado: ausencia de responsabilidad y participación social; fallas en  democracia[5], la pérdida de valores,  la inseguridad social, la desintegración de la familia,  la pobreza,  la falta de productividad,  la indiferencia política...

   Por supuesto que, para superar esta crisis, se han propuesto reformas, revoluciones, decretos, acuerdos, leyes y hasta cambios constitucionales con la intención de superar este bache por el que está atravesando nuestra educación nacional.  En no pocos de estos procesos superatorios se ha presentado la GRAN TENTACIÓN  de mirar al pasado y querer repetirlo, o de imitar modelos o decisiones de otros países pensando que serán solución a esta crisis: secundaria obligatoria, más días de clase, más horas de matemáticas y español; organización de la materia de enseñanza según la lógica de las disciplinas: historia, geografía, civismo;  retomar para la educación básica el curriculum de la época helénica: lectura, escritura, numeración; destinar más recursos financieros a la Secretaría de Educación Pública y desde ahí a los estados y a las universidades.

 

La educación, omnipotente 

 

Estas medidas -que en promesas de campaña acompañarán como promesa a todas las que sean necesarias para mejorar la calidad de la educación- están íntimamente unidas a la convicción firme y dogmática de la omnipotencia de la educación.

 

"Un pueblo educado jamás puede ser un pueblo sometido.  La educación ha sido el soporte fundamental de las grandes transformaciones nacionales.  La educación es decisiva para impulsar, sostener y extender el desarrollo integral.  La educación generará empleos bien remunerados y mejores condiciones de vida para los mexicanos.  Una educación de calidad mantendrá vigentes los valores que nos legaron nuestros antepasados.  La educación erradicará los vicios que aquejan a nuestra sociedad, y la hará próspera y demócrata."

 

"La educación, además, contribuye al desarrollo integral del individuo, para que ejerza plenamente sus capacidades humanas; favorece el desarrollo de facultades para adquirir conocimientos, así como la capacidad de observación, análisis y reflexión crítica; fortalece la conciencia de la nacionalidad y de la soberanía, el aprecio por la historia, los símbolos patrios y las instituciones nacionales, así como la valoración de las tradiciones y particularidades culturales de las diversas regiones del país; promueve, mediante la enseñanza de la lengua nacional -el español- un idioma común para todos los mexicanos, sin menoscabo de proteger y promover el desarrollo de las lenguas indígenas; infunde el conocimiento y la práctica de la democracia como la forma de gobierno y convivencia que permite a todos participar en la toma de decisiones para el mejoramiento de la sociedad; promueve el valor de la justicia, de la observancia de la ley y de la igualdad de los individuos ante ésta, así como propicia el conocimiento de los derechos humanos y el respeto a los mismos; fomenta actitudes que estimulan la investigación y la innovación científicas y tecnológicas, impulsa la creación artística y propicia la adquisición, el enriquecimiento y la difusión de los bienes y valores de la cultura universal, en especial de aquellos que constituyen el patrimonio cultural de la Nación, estimula la educación física y la práctica del deporte; desarrolla actitudes solidarias en los individuos, para crear conciencia sobre la preservación de la salud, la planeación familiar y la paternidad responsable, sin menoscabo de la libertad y del respeto absoluto a la dignidad humana, así como propicia el rechazo de los vicios; hace conciencia de la necesidad de un aprovechamiento racional de los recursos naturales y de la protección del ambiente; y fomenta actitudes solidarias y positivas hacia el trabajo, el ahorro y el bienestar general[6].

 

"  Estas y muchas otras hazañas quisiéramos que lograra nuestra educación.  Pero ¿cuándo?, nos preguntamos muchos, en tanto otros -más realistas- ven en estos planteamientos meras utopías.

 

Y, la verdad, que procurando no pecar de pesimista y ni siquiera pretendiendo ser objetivo, sino con sólo basarse en los resultados del progreso científico y luchar contra la ignorancia y sus efectos, cabe arriesgarse al planteo de la pregunta: ¿no estamos pidiendo demasiado a la educación?  ¿Cuándo tendremos escuelas y maestros capaces de impartir[7] esta educación?  ¿Cuánto dinero deberá destinar para ello el gobierno?  ¿Lo tendrá?  ¿Acaso deberá cobrar más impuestos para educación?

 

Dejemos por un momento estas preguntas para la reflexión.

 

 Escuela y/o educación

 

En el terreno de los conceptos educativos -tan trillado por economistas, sociólogos, historiadores, ingenieros, biólogos, abogados, literatos, y muchos otros amateurs- se ha caído en una serie de falacias donde educación se identifica con escolarización (o años pasados en la escuela), y escuela con enseñanza, y ésta, con conocimientos; los cuales, a su vez se reducen a memorización y repetición de datos.  De este reduccionismo todos tenemos experiencias cercanas más o menos dolorosas.

 

Por supuesto que no es esta "educación" identificada con escolarización la  capaz de transformar a las personas ni de hacer progresar a la nación.   Sin embargo, la falacia a la que hago referencia estriba precisamente en que el término educación se utiliza casi siempre de manera tan ambigua que más bien parece identificarse con instrucción[8], y por lo mismo, sus propuestas de mejoramiento -de elevación de calidad de la "educación" - se reducen solamente a modificar el listado de materias (que no planes de estudio), a nuevos temarios de asignaturas (que no programas de estudio), a elaboración de nuevos libros de texto, a nuevos calendarios y nuevos horarios.  Con ello, parece aceptarse que las ambiciones de transformación social se consiguen.   Se diría que "Si tenemos buenos libros de texto, buenos horarios y calendario; buenos temarios y unas buenas listas de materias, y maestros que estén preparados para impartir sus contenidos, y si los mexicanos asisten nueve años durante doscientos días a clase,  ya no habrá madres solteras, ni corrupción, ni desempleo, ni dependencia económica, ni antidemocracia, ni ..." 

 

En esta concepción escolarizante, la educación abarca una etapa de la vida.  Corresponde a los adultos (al Estado) educar a los niños y dictaminar cómo hacerlo.  Los que saben tienen el derecho de definir qué deben aprender los demás y descalificar a los que no muestren objetivamente que lo han aprendido.  Centralmente 'los sabios' definen qué es lo nacional, y por decreto mejoran la educación.

 

Como se trata de impartir educación, la palabra "del que sabe"  es todopoderosa y capaz de transformar la realidad (los usos y costumbres del educando, sus conocimientos) gracias a su voz.  Claro que el culpable de no educarse es el ignorante: "Te he dicho diez veces que no comas con la boca abierta",  "Te indiqué que la tarea se hacía en hoja suelta",  "¿Cuántas veces te debo decir que llegues a tiempo?" "¿Cómo que no entiendes que la suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa? "..."¿Y el peso atómico del Kurchatovio?" 

 

Con esta misma concepción, la educación se descentraliza por decreto; por acuerdo se mejora la calidad de la enseñanza; por decisión se reforma el sistema educativo nacional... o simplemente se generaliza la educación básica obligatoria a nueve años, trayendo con ello la transformación mágica del país: eliminación de la pobreza, del desempleo y del subempleo, generación de la solidaridad y de la participación ciudadana consciente y comprometida. 

 

Entonces, ¿qué educación? 

 

Desde hace décadas se redescubrió que la educación es un proceso que dura toda la vida.  Que el ser humano se configura mediante transformaciones continuas que lo humanizan durante toda su vida y que estos cambios también se dan en los grupos sociales: desde el núcleo familiar o de trabajo, hasta los estratos más complejos de la sociedad nacional.  La educación se percibe así como un movimiento personal y social permanente, como una evolución de la humanidad.

 

Esta transformación consciente, deseada, intencionada que nos humaniza y que por lo mismo tiene la potencialidad de hacer realizables las utopías que antes mencionaba, es propiamente lo que consideramos hoy en día como educación.

 

Como se ve, la educación ni comienza ni termina en las aulas.  Tampoco es monopolio de la escuela ni de los maestros.  Es -debe ser- un compromiso asumido individual y socialmente.   La educación será palanca transformadora solamente si la sociedad la hace suya como palanca transformadora de sí misma.  Será generadora de bienestar, si es intención de cada uno de los miembros de la sociedad y de la sociedad en su conjunto llevar a cabo  cambios que eliminen cuanto impide que el bienestar general se genere.  Este es un aprendizaje que no se da únicamente en las aulas ni durante doscientos días de clase al año.  Es un aprendizaje cotidiano y vitalicio.  Porque no es la sociedad producto de sus escuelas -sería pedirles demasiado a las escuelas; son las escuelas producto de la sociedad.

 

En este sentido, la educación moderna exige un pacto social en el que las escuelas, los maestros pero además y sobre todo, el resto de la sociedad -incluyendo por supuesto niños, niñas, jóvenes, adutos, ancianos, hombres y mujeres- en participación conjunta con el Estado mexicano, hagamos de nuestras acciones concretas de cada día situaciones de aprendizaje generadoras de una nueva manera de ser, de hacer, de vivir que haga realidad esos fines (valores) de la educación mexicana.

 

Así concebida, la educación  (la modernización educativa) es un movimiento, una tendencia que demanda adhesión y compromiso de quienes habrán de llevarla a cabo; exige ante todo la práctica de la solidaridad como actitud, como enfoque y como contenido educativo, sin cuyos valores no es factible la educación moderna; exige, además un compromiso de eficacia que sólo se cumple si las vidas de los mexicanos son mejores y si los propósitos nacionales se alcanzan[9] .     


 

[1] Comentario de la Dirección de Sabersinfin.com: El Dr. Luis G Benavides Ilizaliturri es doctor en múltiples y diversas disciplinas, políglota, ha sido catedrático, asesor educativo y conferencista en todo el mundo, es considerado uno de los mejores educadores del planeta. Sabersinfin.com agradece la autorización del Dr. Benavides para publicar este material,  pero principalmente se honra de conocer a un hombre que ante todo lo caracteriza su profundo amor a la vida.

[2]   El Programa para la Modernización Educativa 1988-1994, presenta un diagnóstico serio, valiente y amplio del sistema educativo mexicano.

 

[3]    Hasta el mismo SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) sostiene que sólo habrá buena educación cuando se pague bien a los maestros y se les ofrezcan los medios para una buena preparación y actualización.

 

[4]    Muchos afirman que la UNESCO pide que sea por lo menos el 8 % del PIB, pero la UNESCO nunca ha hecho tal recomendación.

 

[5]    la cual, a Dios gracias, siempre es perfectible en nuestro país.          

 

[6]    Cf. Ley General de Educación. Art. 7.

 

[7]     Impartir es un barbarismo (del inglés: to impart) cuyo significado en inglés es distribuir, conceder.  Su mal uso en el artículo 3º Constitucional se conservó en la pasada enmienda y se ha propagado en el lenguaje legal educativo.  Subyace en el concepto un modelo autoritario dominador del que tiene y distribuye a quien es menos.

 

[8]   Distinción clarísima ya desde el florecimiento de la cultura helénica, donde didaskalos, se refería al                        instructor, y paidagwgos al educador.-

 

[9]    Programa de Modernización Educativa.  1989-1994.  Poder Ejecutivo Federal.  SEP.  Pág . 17