13 de julio de 2022
Compartiendo tu opinión
Seguro has escuchado hablar sobre la técnica de los 21 días para adquirir un hábito. La teoría consiste en repetir una actividad o conducta, de manera rutinaria durante la cantidad de tiempo que se indica, para lograr hacerla de manera cotidiana.
Pero ¿sabes por qué 21 días?
Esta teoría fue propuesta por el psicólogo William James, en la cual explica que el sistema nervioso se modifica cada vez que implementamos un cambio en nuestra vida, creando así nuevos circuitos neuronales, modificando a su vez la forma como funciona nuestro cerebro.
Según James, para que estos nuevos circuitos se formen de manera permanente es necesario repetirlos durante 21 días.
Estudios posteriores, basados en esta teoría, han demostrado que no todos los individuos logran adquirir un hábito en este tiempo, inclusive han hablado de un periodo de 66 días para alcanzar el objetivo.
Lo que es un hecho es que la repetición diaria e ininterrumpida de una actividad tiene como consecuencia la creación de hábitos.
Es muy interesante el proceso al cual se somete el cerebro durante este tiempo. El hábito es una especie de ahorro de energía, así como sucede cuando aprendemos a caminar o a andar en bicicleta. Una vez aprendidas estas actividades el cerebro ya no tiene que poner demasiada atención al realizarlas, por ejemplo, nosotros no caminamos pensando que el pie debe levantarse y adelantarse al otro, lo hacemos de manera automática.
Esto es lo que hace el cerebro con los hábitos, son tareas que realiza de manera casi inconsciente sin prestarles demasiada atención. Cuando puedes levantarte veinte minutos más temprano para meditar o hacer ejercicio sin que esto te represente un esfuerzo extra, o leer treinta minutos antes de dormir porque estás acostumbrado a hacerlo, entonces has adquirido un hábito.
Ya sea por 21 o 66 días, vale la pena invertir el tiempo y esfuerzo necesario para adquirir hábitos que traerán beneficios de por vida. Creo que todos lo hemos intentado alguna vez y muchas veces nos hemos quedado en el día diez, o en el día veinte, antes de abandonar.
No importa cuántas veces debas intentarlo desde el principio. El peor error es decepcionarse después de uno o dos intentos. Créeme que es mejor intentarlo diez veces antes que abandonar al primer intento.
Si llegaste al día 21 y la tarea te seguía demandando un esfuerzo excesivo y una gran fuerza de voluntad, tal vez necesites de algunos días más, pero no lo abandones.
La mezcla de pensamientos y deseos que se crean en nuestra mente cuando estamos adquiriendo un hábito, es casi irreal. Uno piensa: “de verdad quisiera desayunar más saludable, pero a la vez no quiero”.
No hay duda que la voluntad y disciplina juegan aquí un papel importante. La mayoría de las veces el forjar un hábito requiere un gran esfuerzo. Porque si en verdad quiero desayunar más saludable, esto implica que cambie mi lista de compras y me levante más temprano para cocinar, inclusive que aprenda algo de cocina para tener variedad de platillos, o hasta cambiar mis propios gustos para adaptar mi paladar a nuevos sabores. Son todas estas implicaciones por las cuales al final ya no se quiere alcanzar el objetivo.
Es verdad que no es tan sencillo. Pero para sobrellevar todo este proceso, el autor Charles Duhigg en su libro El poder de los hábitos, dice que debes trabajar con las tres “erres” para lograr arraigar un hábito: Recordatorio, Rutina y Recompensa.
El recordatorio es la señal que recibe tu cerebro para realizar la tarea, puede ser una nota, una alarma o, como generalmente sucede, una sensación propia. Por ejemplo, mirarse al espejo y no estar conforme con tu figura, te recuerda que debes iniciar una dieta o una actividad física. O ver en Facebook la foto de tus amigos viajando por el mundo, te recuerda que habías decidido llegar más temprano al trabajo para generar más ventas, y así ahorrar para tu propio viaje.
El recordatorio está ligado a la motivación. Recuérdale a tu cerebro por qué estás haciendo esto.
La rutina es la tarea en sí, es la actividad, la acción. Esta debe llevar un orden o secuencia para habituar a tu cerebro a ella.
Y por último, la recompensa. Ésta es la parte más placentera de un hábito. Percibir los cambios deseados o el avance anhelado. Si no hay una recompensa será mucho más difícil adquirir el hábito.
Así que la próxima vez que inicies de cero recuerda incluir: recordatorio, rutina y recompensa.
En mi opinión, una de las estrategias más efectivas, es tener una fuerte motivación. Observa a un hombre motivado, cómo cambia, se modifica, adquiere fuerza y resistencia, se vuelve más aguerrido y terco. Observa cómo actúa una madre motivada por salvar a su hijo del peligro. Una fuerte motivación nos transforma y puede hacer la diferencia.
Lo hemos mencionado al inicio de este libro: ¿qué te levanta cada día?
Si el deseo interior es muy fuerte, no habrá rutina, ni esfuerzo que te detenga. Se tiene mayor fuerza de voluntad cuando estamos motivados.
Recuerda también que el cerebro no distingue de buenos y malos hábitos, por lo que, sin darnos cuenta, ya hemos adquirido hábitos poco saludables o dañinos. Y el proceso de desaprenderlos resulta igual o hasta más difícil.
Así que es momento de cambiar la forma como funciona nuestro cerebro. Es una excelente inversión de tiempo: 21 días. Define cuál es tu motivación, establece tus recordatorios, crea tu rutina y recompénsate cada día por tu esfuerzo.
Cuando menos te des cuenta, estarás realizando actividades de manera cotidiana sin que esto te represente un reto o esfuerzo excesivo, y los beneficios recibidos, serán de por vida.
Vale la pena, invierte 21 días para obtener satisfacciones por el resto de tu vida.
A manera de cierre quiero comentar que hay otro tipo de acciones en las cuales no podemos darnos el lujo de esperar 21 días para hacer bien las cosas, me refiero, por ejemplo, a aquellos casos en los cuales se manejan sustancias peligrosas, materiales de alto riesgo o situaciones delicadas; en esos casos y condiciones tenemos que hacer bien las cosas desde la primera vez y no podemos darnos el lujo de fallar, claro, para ello se requiere una explicación correcta y, sobre todo, atención plena de ambas partes. Esto es muy importante para cualquier persona en general, como para quienes trabajamos constantemente en laboratorios, clínicas, talleres o la industria. Más adelante abordaré esta vertiente en un artículo dedicado exclusivamente a ello.