5 de abril de 2022
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La educación superior es una pieza clave en el desarrollo humano y puede potenciarse si se vincula con el aprendizaje por la experiencia.
Es necesario que en los próximos años, la formación académica recupere su importancia como la base del crecimiento económico individual, colectivo, y del desarrollo de nuestro país.
Habrá que hacer un gran esfuerzo para recuperarnos de los efectos de COVID-19 en la matrícula de las universidades, pues ante la contingencia El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) anunció que más de medio millón de jóvenes mexicanos han abandonado los estudios superiores.
Pareciera innecesario mencionar cuál es la importancia de adquirir una formación académica que dote a los estudiantes de aptitudes para la vida profesional, sin embargo, cabe resaltarlo debido al desinterés de la juventud actual, en donde se prioriza el ingreso a la actividad laboral antes que a la vida universitaria.
Independientemente de cuál sea el motivo de la deserción escolar, que en su mayoría es el interés o necesidad de generar ingresos económicos, se debe crear consciencia de las ventajas que brinda la educación superior.
Podemos empezar por dejar de asumir que el objetivo de terminar una licenciatura es adquirir un título y cédula profesional. La universidad es más que eso.
Se ha demostrado que la educación superior mejora la calidad de vida de los individuos; los estudios muestran que comparados con graduados de educación media superior (preparatoria), los egresados de universidades tienen una vida útil más prolongada, un mejor acceso a servicios sanitarios, mejores prácticas alimentarias y de salud, más estabilidad y seguridad económica, más empleo estable y satisfacción laboral, menos dependencia en asistencia gubernamental, mayor comprensión acerca del gobierno, mayor servicio y liderazgo comunitario, más autoconfianza, y menor actividad criminal y posibilidad de encarcelamiento. (Comunicado de la Organización de las Naciones Unidas sobre el impacto académico).
Nos queda claro que durante la vida universitaria la adquisición de conocimiento especializado es sin duda uno de los principales objetivos de este proceso académico. Los jóvenes desertores, reducen el valor de esta ventaja aludiendo a que el aprendizaje autodidacta o por experiencia durante una actividad laboral es igualmente efectivo y se puede adquirir en menos tiempo. Pero esta convicción está lejos de ser real.
Es verdad que el aprendizaje por experiencia puede obtenerse con rapidez y suele perdurar más en la consciencia de quien la vive, ante esta afirmación se ha fomentado en las universidades el llamado “aprendizaje experiencial” del cual puedes adquirir más detalles en el sitio oficial de la Asociación Internacional de Aprendizaje Experiencial.
Sin embargo, la experiencia laboral sin la formación universitaria previa, podrá brindarle al individuo un aprendizaje desorganizado y desestructurado que lo pondrá en desventaja profesional.
Es frecuente que un recién graduado, al ingresar a su primer empleo, manifieste enfrentarse a situaciones para las que no fue capacitado. Lo cual ha dado pie a que la frase: “Esto no me lo enseñaron en la escuela” se haya vuelto todo un emblema entre quienes recién inician su vida laboral.
En ese mismo sentido, también se le piden años de experiencia a un recién egresado, y yo me pregunto: ¿cómo van a adquirir experiencia si no les damos la oportunidad de su primer empleo? Por ello, y a forma de respuesta, he propuesto múltiples esquemas para la adquisición de experiencia, de tal manera que, autoridades y empleadores, de forma mixta generen espacios de culmen de ciclo formativo e inicio de vida laboral.
Pero, es exactamente en este punto en donde, a mi parecer, radica la importancia de los estudios superiores: la universidad no tiene como objetivo entregar a los estudiantes un manual para resolver problemáticas. El verdadero anhelo de las instituciones es que los jóvenes adquieran competencias profesionales: capacidad de respuesta, sentido de investigación, manejo de situaciones bajo presión, desarrollo de la creatividad para generar oportunidades, entre muchas otras; con el objetivo de que sean capaces de afrontar toda situación en el mundo profesional.
Entonces, el aprendizaje por experiencia, será más o menos efectivo solo en función de las competencias profesionales con las que cuenta el individuo.
La universidad forja a los jóvenes para la vida profesional a través de metodologías aprendidas y técnicas desarrolladas. Estas competencias en conjunto al conocimiento especializado son una verdadera garantía de éxito en la vida. Por si fuera poco, podemos sumar a esto el talento, o talentos, de los jóvenes. Dicho talento está relacionado con la orientación vocacional la cual debe ser oportunamente identificada.
Así que podemos decir que hay tres principales componentes que influyen sobre el éxito profesional: el conocimiento, las competencias profesionales y el talento. La universidad abre las puertas al conocimiento, forja las competencias en los estudiantes y, por consecuencia, desarrolla al máximo el o los talentos de cada uno.
Una vez adquirido esto, el egresado de estudios superiores puede continuar en un permanente aprendizaje con las experiencias que en su vida laborar irá adquiriendo. Pero no podemos saltarnos la preparación académica, de lo contrario tendremos como resultado una juventud laboralmente insatisfecha, sin capacidad de resolución que traerá por consecuencia un alto nivel de frustración y estancamiento económico.
Situándonos en el contexto de la transpandemia y tomando en cuenta la cantidad de jóvenes desertores, podremos entender la preocupación de rectores y directores institucionales ante el panorama actual. Minimizar el valor de la universidad es caminar hacia la recesión económica y el estancamiento del desarrollo de nuestro país.
Hay que recuperar el interés de los jóvenes y promover su máximo desempeño académico.
Todos podemos participar en esta difícil tarea. Como empresarios, se puede brindar empleos dignos a jóvenes egresados, valorando la preparación de los aspirantes en múltiples dimensiones. Por su parte, las instituciones, deben estar informadas sobre la evolución en las demandas laborales ya que cada vez son más las habilidades requeridas en los trabajadores. Asimismo, podemos brindar apoyo a quienes carecen de las condiciones para cursar la universidad.
Es mucho lo que queda por hacer, pero estoy convencido de que es posible incrementar la matrícula de las instituciones de estudios superiores, conservar a los inscritos, fomentar el entusiasmo de los jóvenes y disminuir la brecha entre el aprendizaje por la experiencia y la educación superior, si es que trabajamos de manera conjunta entre todos.
Referencias:
Organización de las Naciones Unidas. Impacto académico. https://www.un.org/es/impacto-acad%C3%A9mico/educaci%C3%B3n-superior
El observatorio de la universidad colombiana. https://www.universidad.edu.co/importancia-de-la-educacion-superior-martha-castellanos-marzo-21/
Asociación Internacional de Aprendizaje Experiencial. https://www.aprendizaje-experiencial.org