INTERCULTURALIDAD, GLOBALIZACIÓN: RELACIÓN LENGUA, CULTURA E IDENTIDADES
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El autor reflexiona sobre la intercuturalidad en el marco de la globalización, desde una perspectiva sustentada en la formación permanente y la solidaridad de los pueblos.

INTERCULTURALIDAD, GLOBALIZACIÓN: RELACIÓN LENGUA, CULTURA E IDENTIDADES

 Por: Luis G. Benavides Ilizaliturri[1] 

Guatemala

1/12/2005

www.cipae.edu.mx

  Preámbulo

Al agradecer la invitación para participar en este seminario, quiero advertir que he tenido dificultad para decidir el contenido de mi intervención.   Los temas por tratar son, además de complejos, o tal vez por esa razón, ambiguos. Por tal razón, mi primer interrogante reside en la razón misma de este seminario:

§         ¿Se tratará de deslindar aspectos de tipo conceptual que busca abordar elementos de clarificación lingüística?

§         ¿Se pretenderá una aproximación teórica sobre el estado de la cuestión?

§         ¿Será una ejercicio de erudición para llenar un expediente?

§         ¿Se busca definir lineamientos de política intercultural en un mundo globalizado?

Muchos más cuestionamientos del para qué de este seminario se me vinieron en mente.

Al preguntar y repreguntarme los para qué de este seminario, más allá de los objetivos planteados en su programación, me pareció vislumbrar  una razón fundamental ínsita en los planteamientos generales del ser mismo de la UNESCO: la búsqueda de la convivencia humana en un ambiente de paz y justicia.

Opté por esta finalidad como perspectiva, con la intención de hacer de esta oportunidad de intervenir que generosamente me ofrecen los organizadores de este seminario, aportando algunos elementos de reflexión que puedan redundar en un acercamiento operativo.

Estas reflexiones intentan provocar reflexiones en torno a la interculturalidad en una situación globalizadora donde lengua, cultura e identidades buscan ser interrelacionados para reforzar y e impulsar la convivencia humana, razón última de todo proceso educativo moderno.

GLOBALIZACIÓN.

Mucho se ha tratado el tema de la globalización como fenómeno real y presente en el mundo que nos toca vivir.   De todo lo que sobre el tema y sus repercusiones se maneja, destaco que la globalización que hemos vivido es fundamentalmente mercantil o globalización del mercado cuyos efectos más evidentes parecen ser:

§         La reducción de costos de las mercancías,

§         La deslocalización de la producción, y

§         La poda (tala, mochadura, cercena) laboral.

Estas manifestaciones inmediatas de la globalización mercantil han sido acompañadas por una serie de fenómenos económicos, sociales y culturales cuyas consecuencias descubrimos en todos los ámbitos de la vida, fenómenos que tocan la cotidianidad de nuestras vidas individuales y las relaciones de todos los estratos de la sociedad en todos los países del mundo.

Sin embargo, hay quien nos asegura que esta globalización mercantil es un juego de niños frente al verdadero poder del mundo anglosajón de la desregulada globalización financiera feudal[2].  Esta globalización financiera consiste en la incorporación del componente petróleo  como concesión de atributos a la actividad especulativa bajo el paraguas militar de Estados Unidos, cuya acción consiste en mancomunar los grandes bancos con las petroleras y gaseras anglosajonas[3].

Las terribles consecuencias de esta globalización en el campo de la economía de los países (particularmente de los que se clasifican como “en desarrollo”), las culturales y las sociales son imprevisibles.  Por lo pronto existe en la fluctuación del costo de los energéticos, la inestabilidad financiera de los países, el desmantelamiento de la capacidad productiva de los países vinculada con la volatilidad de los capitales especulativos y, tanto social y culturalmente, en el incremento de la migración de los países más pobres hacia las supuestas zonas de riqueza, migración que cubre todos los estratos sociales, intelectuales, artísticos y productivos.

Además de este incremento migratorio, es notable la acumulación de riquezas en unas cuantas manos y el ahondamiento de los abismos entre los diversos estratos sociales tanto en el campo cultural, como educativo y económico.

Todo esto, ha precipitado nuevas circunstancias de transformación social y cultural en las que el descenso en la capacidad adquisitiva de la población y los baremos de “status” económico, social y cultural están determinados no sólo por la capacidad de consumo en general sino por la asimilación de los estándares impuestos por precios, moda, oferta de bienes auténticos o imitados (pirata) que utiliza la población.

En este contexto de desplazamiento de los grupos sociales, de la asimilación de patrones de consumo y de conducta impuestos por los medios (a su vez controlados por grupos “monopólicos” de pensamiento único) la presencia de la interculturalidad adquiere nuevas definiciones y nuevas condiciones de reflexión y de toma de decisiones.

INTERCULTURALIDAD

La interculturalidad SE PRESENTA como una situación de comunicación entre diversas culturas; se trata de la reflexión en torno a la interacción como que describe una relación entre culturas, que, “nolens volens”, se están comunicando por necesidad de una o de ambas partes. La comunicación intercultural es el grado de comunidad de vida compartido por agentes de comunidades distintas, pero que por una u otra razón se encuentran comunicándose en un momento dado.

La comunicación, dependencia e interdependencia entre las diversas visiones del mundo, que se ubican en continuidad territorial o que comparte espacios vitales, debido a los fenómenos anteriormente descritos, es cada vez más real y a la vez cada vez más complejo.  Por tal razón, se agudizan los problemas de convivencia.    Pues la cultura, gracias a los aportes de la antropología, de la sociología y de otras disciplinas, incluye los bienes materiales, las ideas consideradas como bienes simbólicos,  las instituciones que son los canales por donde circula el poder: escuela, familia, iglesia, gobierno; las costumbres (celebraciones, reuniones, manifestaciones de júbilo o tristeza); los hábitos de vestir, de higiene, de culto, formas de alimentación, de manejo de los desechos, etc.; así como las leyes y el ejercicio del poder constituyen, entre muchas otras manifestaciones lo que denominamos cultura.

Aunque es verdad que toda sociedad tiene cultura, y toda cultura es puesta en práctica por las personas que se interrelacionan, ante la diversidad de hábitos, costumbres, valores visiones del mundo que obliga a nuevas interrelaciones, si bien, los grupos que constituyen sociedades que comparten relaciones en las que existen factores comunes y que, por influencias complejas tienden a agruparse[4].

La cultura no es un “algo” que se posee sino que es una producción colectiva que da significado al propio universo individual y colectivo y se trasmite de generación en generación y que a la vez está en permanente transformación.

Pero las transformaciones que antiguamente tomaban años, y en ocasiones, siglos, hoy día se aceleran, se contraponen, se ven influenciadas por una multitud de agentes externos imposible de controlar.

En una analogía con las leyes de la termodinámica, se puede afirmar que las culturas tienden a constituirse como sistemas cerrados, es decir, como sistemas en equilibrio que explican el universo que han construido como un sistema completo y ajeno a todo elemento externo, donde el pasado pretende explicarlo todo y donde no existen más preguntas que no hayan sido respondidas, pues no admiten que se presente desequilibrio conceptual ni anímico, tal como se afirma de los sistemas termodinámicos que exhiben equilibrio térmico, barométrico y químico, los cuales  se resisten a abandonar estos estados de equilibrio.

Pero la realidad de toda cultura es muy distinta, como lo afirmaba ya Schrödinger en sus reflexiones sobre la vida: La cultura, de la misma manera que la vida, puede contemplarse como una estructura disipativa lejos del equilibrio que mantiene su nivel de organización local a expensas de producir entropía en el entorno.

Por ello, las diversas culturas como sistemas vivos deben funcionar en el contexto de sistema y entorno del que forman parte; si un sistema vivo no respeta las circunstancias del supersistema del que forma parte, será seleccionado negativamente. El supersistema impone un conjunto de restricciones de comportamiento, y los sistemas vivos evolutivamente exitosos son los que han aprendido a vivir con ellas. Cuando se genera un nuevo sistema vivo tras la extinción de uno preexistente, el proceso de autoorganización se hará más eficiente si la variación se restringe a aquella que tiene una alta probabilidad de éxito[5]. Este papel restrictivo del proceso de autoorganización es desempeñado por los genes. Los genes son un registro de autoorganización exitosa. El mecanismo del desarrollo no son los genes, sino la autoorganización.

En esta visión, las relaciones interculturales son sistemas complejos que exigen una permanente autoorganización que les da nueva existencia precisamente porque pertenecen a un sistema social más amplio que permanentemente se forma y se transforma en “ambiente”, en “entorno”.

Los grupos sociales elaboran y reelaboran su visión compartida del mundo, la cual, si pretende aferrarse únicamente al pasado como sistema cerrado está condenada a la desaparición y la muerte.  Pero toda visión del mundo encierra en sí misma un contenido que impulsa a su persistencia en el tiempo mediante una especie de información genética que está lanzada hacia el futuro, la cual sólo será válida y generadora de equilibrio y desequilibrio simultáneamente si es capaz de interactuar con agentes externos a la propia visión del mundo.

RELACIÓN LENGUA, CULTURA, IDENTIDADES

Con estas premisas sistémicas, la relación entre las culturas es una relación que debe mantenerse abierta sin temor a maridajes, transformaciones, enriquecimientos mutuos y sustitución o pérdida de elementos que ya no engranan en la situación histórica de su existencia, pues su persistencia está directamente vinculada a su capacidad de equilibrio/alteración de equilibrio que en su interior se provoca gracias a su relación con lo que está más allá de su visión del mundo.

Ferdinand de Saussure, en su estudio del lenguaje, afirma que éste tiene dos aspectos: uno que es social en su esencia y es independiente del individuo, por ello su estudio es fundamentalmente psíquico (la lengua), en tanto que el otro aspecto que es secundario se refiere al estudio de uso individual del lenguaje, que es psicofísica (el habla).

El aspecto social resulta imprescindible pues sin la lengua el habla es ininteligible y como tal no produciría lo que pretende: dar nombre a las cosas y a las acciones, a los pensamientos y deseos que constituyen el universo de un grupo social, pero el habla es indispensable para que la lengua se establezca.

Oyendo a los otros es como cada uno aprende su lengua materna, que no llega a depositarse en nuestro cerebro más que al cabo de innumerables experiencias; el habla hace evolucionar a la lengua porque las impresiones recibidas oyendo a los demás son las que modifican nuestros pensamientos, les dan coherencia y a las personas la posibilidad de interactuar activamente en su mundo.

La interdependencia entre lengua y habla hace de la primera el instrumento y el producto de la segunda.

“La lengua existe en la colectividad en la forma de una suma de acuñaciones depositadas en cada cerebro, más o menos como un diccionario cuyos ejemplares, idénticos, fueran repartidos entre los individuos. Es, pues, algo que está en cada uno de ellos, aunque común a todos y situado fuera de la voluntad de los depositarios” [6].

Sin visión del mundo, sin cultura, el habla queda sujeta a la lengua y ésta a la mera repetición de enunciados sin raigambre profunda, por ello, la interrelación entre la lengua y la cultura se manifiesta en el habla, pues ésta manifiesta acontecimientos (como atractores externos) y/o recuerdos o sentimientos (como atractores internos).

Pero el habla, al interactuar como sistema disipativo con otras culturas que tienen su propia habla y con ella configuran su lengua, enriquece y transforma la propia cultura, la propia lengua y en ella la propia cultura que a su vez transforma la visión del mundo: en suma, se trata del encuentro de sistemas disipativos[7] que al interrelacionar se modifican con atractores externos y como atractores externos.

Si la lengua no es habla no es posible concebirla como elemento “cultural” de una visión del mundo, por ello es necesario reconocer su función cultural en un diálogo intercultural.  Ahí reside precisamente la posibilidad de asumir identidades que efectivamente hagan de cada persona (individual y colectiva) una historia cuyo pasado sea germen de vida presente y posibilidad de decisión de futuro.  La identidad de cada individuo y de cada grupo social no es ni más ni menos que la asunción de la historia: del presente, del pasado y del futuro, no como un destino, sino como una elección y una decisión de ser quien se es y se puede ser.

De cuanto he expresado en estas breves reflexiones más que conclusiones quisiera exponer cuestionamientos para ser estudiados en el contexto guatemalteco:

§         ¿Qué hacer ante una migración acelerada y persistente de las comunidades originales y de los guatemaltecos en gran número hacia otras latitudes donde no hay interacción sino exclusión cultural?

§         ¿Qué propuesta nueva hacer a quienes toman decisiones para que no las tomen sin la participación dialogada de las diversas culturas?

§         ¿Permitirá la globalización y su manifestación más lacerante –el neoliberalismo capitalista- consolidar individual y colectivamente decisiones sobre el futuro?

§         ¿Será la educación guatemalteca un factor definitorio que haga del pueblo el soberano?

§         ¿Qué hacer para que las lenguas sean el habla fortalecedora de la historia de las comunidades primigenias y de su visión del mundo?

§         ¿Tiene sentido encerrarse en la preservación de usos y costumbres, de la lengua sin interactuar abierta y “señorialmente” con otras culturas, otras lenguas que se asumen dominadoras?

§         ¿Tiene sentido preservar las lenguas sin promover y adecuar su “hablas”, sin reconformar visiones del mundo y costumbres?

Sin pretender resolver estos cuestionamientos, permítaseme hacer una aportación en torno a la educación bilingüe intercultural y una reflexión final sobre los valores y la aportación a eso que denominan valores universales.

UNA CULTURA DESCULTURIZADA

1)    Sabemos que, si bien los núcleos indígenas no conforman una entidad sociocultural homogénea (sino que se divide en 21 pueblos con su propias características culturales ), no obstante cabe otorgarles cierta identidad global y unitaria en cuanto que todos ellos sufren una situación común frente a la población ladina: su condición de sociedades dependientes, marginadas y -a menudo- sojuzgadas.  Dicho contrapuestamente: la población ladina no sólo se asume como reguladora de Guatemala sino que es dominante, hegemónica y -con frecuencia- opresora.

¨       Huelga señalar que esta correlación esencialmente inequitativa se manifiesta en todos los órdenes: económico, político y cultural.

¨       En el ámbito de la cultura, la situación de dominio e imposición se expresa, técnicamente, con los términos de “aculturación“ y “desculturización”.  Algunos analistas no temen lanzar un diagnóstico histórico-situacional aún más crudo:  el de un impune, con frecuencia ni siquiera solapado, “etnocidio cultural”.

¨       Si tales denuncias se consideran (sobre todo tomando en cuenta las actuales tendencias globalizadoras a las que me he referido en líneas anteriores) demasiado dramáticas y alarmistas, debe reconocerse que la composición pluricultural de este país resulta, cuando menos, conflictiva.  Es decir, la correlación intercultural no constituye todavía, ni con mucho, un proceso de “diálogo mujlticultural”, puesto que no se produce en condiciones de reciprocidad igualitaria o, siquiera, proporcional.

¨       En otras palabras: es la cultura ladina la que sigue identificándose, todavía como “la cultura nacional“.  Por unos u otros medios, acaba por imponer sus valores y metas, sus informaciones y sus satisfactores, vale decir, su propio sentido del saber, de progreso, de bienestar, de civilización y -por supuesto- de desarrollo.

2)    Cierto que ahora se reconoce -orgullosa o resignadamente- la realidad pluriétnica y pluricultural de Guatemala, interpretándola como una riqueza o como una rémora -según las mentalidades-.  Pero ¿a qué se reduce tamaño reconocimiento? Incluso entre quienes se ufanan de esta pluriculturalidad, el aprecio de lo indio se traduce en una doble dimensión.  Por una parte, se proclama la indiscutible e indiscutida grandeza de las realizaciones artísticas, literarias y aún científicas de los pueblos madre, etc.  Se trata, pues, de un reconocimiento histórico, retroactivo, “hacia atrás” del pasado prehispánico, no importa que sea unánime y entusiasta, prueba de ello son los excelentes museos que muestran la grandeza del pueblo maya, del pueblo olmeca que supo dejar en sus monumentos la marca de su grandeza.  Ahora bien, esta admiración no toca a los actuales indios a no ser muy tangencialmente: en cuanto que ellos (ahora no suficientemente productivos, decaídos, creativamente gastados y divididos, etc.) son, aunque no lo parezca, herederos raciales de aquellos auténticos, prodigiosos arquitectos, escultores, mitólogos, astrónomos, etc.  Al fin, los pueblos indios actuales resultan objeto de estudio, de compasión o despertadores de nostalgias históricas...

¨       Por otra parte, inspiran satisfacción y diversión ciertas sobrevivencias: danzas autóctonas, vestimentas tradicionales, creencias y ritos mágicos, curiosidades artesanales, etc.  puros residuos costumbristas y folclóricos, que a menudo miramos y admiramos (aún desde dentro) con ojos de turistas deslumbrados por lo “primitivo” y por lo ¡exótico!

¨       Más allá de este doble reconocimiento (reducido al glorioso pasado y al folclore presente), la sociedad actual ignora o desdeña (si acaso toma en cuenta) las posibles contribuciones de los pueblos a la conformación de los valores, conocimientos y experiencias del Guatemala de hoy.  Y el hecho es que los pueblos reales existen y son agentes sociales activos que tienen mucho que ofrecer en todos los campos de la vida humana, particularmente en lo que se refiere a la primacía del sentido colectivo por encima de los intereses individualistas, la vigencia de la solidaridad familiar y comunitaria, la fidelidad a las auténticas raíces históricas y axiológicas, el sentido profundo del vivir y el morir, la comunión ecológica con la naturaleza...

¨       Pero el dominio y generalización de la globalización y de los inmediatismos del neoliberalismo capitalista como ideales, valores y conquistas de la civilización occidentalista (que, a la verdad, no es realmente nuestra, y además, nos mantiene en condiciones de irremediable dependencia y flagrante sub-desarrollo), pretenden definir –con los parámetros de los centros económicos capitalistas (BM, BID, FMI, OCDE)- y convencidos de ostentar los medios y fines del progreso y la modernización, los caminos del desarrollo y del progreso de los pueblos indios.  Tan seguros, que sus mediciones actúan en la toma de decisiones políticas impositivamente.

3)       Tal actitud de prepotencia se refleja, sintomáticamente, en el campo educativo, inseparablemente ligado al ámbito cultural.  En todos los niveles de educación, prevalecen -también entre la llamada educación bilingüe intercultural- no sólo los contenidos de instrucción occidentalizada sino también los criterios axiológicos, pedagógicos y aun didácticos de la “educación nacional“.

Con frecuencia, el propio lenguaje de las actuales reivindicaciones de los pueblos primigenios refleja, involuntariamente, esa realidad.  Se habla de “rescatar“ las raíces autóctonas, de “salvaguardar” las tradiciones y costumbres regionales, de “preservar” la identidad indígena, de hacer pervivir las lenguas...  Pues bien, ello significa que se encuentran en peligro, sea de extinción, de desvirtuación o de contaminación, según los casos.

Frente a esta situación de “naufragio”, las acciones educacionales que se evocan resultan bienintencionadas y meritorias, pero a menudo inadecuadas -además de insuficientes-.  En efecto, no es raro -deliberada o indeliberadamente- que sirvan para reforzar la imposición axiológica, pedagógica y didáctica.  Hoy en día se persiguen los propósitos y métodos de un sistema que se define, acertadamente, como bilingüe e intercultural pero que todavía está muy lejos de buscar y lograr una correlación de paridad y equilibrio, tanto en el uso de los dos idiomas para el resto de la sociedad como en la programación de contenidos instruccionales.

Las fallas y riesgos resultan, sin duda, más fáciles de detectar en teoría que de eludir en la práctica.  En los más recientes y actualizados planteamientos de la así llamada Educación Bilingüe Intercultural, todavía se establecen contradicción entre el paradigma educativo indígena, y el paradigma escolar impositivo ya que sigue predominando el modelo urbano y los criterios institucionalizados, de índole escolarizante, formal y uniformadora.  De hecho, los términos clave siguen siendo los de “articulación e integración” al sistema educativo a la vez ingerencista y dominante.

4)       Sin embargo, no todo es negativo y contraproducente, por fortuna la idea misma de cultura ha perdido su empaque elitista, paradigmático y ejemplar, sobre todo referida a la civilización helénico-occidental.  No existe una Cultura mayúscula ni modélica, sino que existen culturas plurales, varias y variadas; esto es, diferentes formas de organizar y dar sentido a la existencia humana.

Aunque tardía y lentamente, asistimos a una re-valorización de la mentalidad mitopéyica, hasta ahora desdeñada como prelógica, pre-filosófica y -por descontado- pre-científica.  Ese “pre” delata, antes de nada, un absurdo pre-juicio greco-latino-occidental y occidentalista, reforzado en un ambiente mercantilista globalizado.

En todo caso, cualquier, evaluador sensato y avisado hoy lo pensaría dos veces antes de certificar, por decreto, que la metafísica platónico-aristotélica es más profunda que la sabiduría hindú, o que el Partenón es categóricamente más hermoso que el templo egipcio de Luxor o las construcciones de Tical, o que las teocosmogonías de Homero y Hesíodo son más significativas que la del Popol-Vuh.

En el nivel doméstico -por así decirlo-, constituye un avance el que se estén esclareciendo las metas y los procedimientos de una educación bilingüe-intercultural cada vez más auténtica, más equitativa, más adecuada a los intereses y necesidades reales de las diversas culturas, y en la que los propios indios tengan más injerencia respecto a la planeación, programación y puesta en práctica de las acciones educativas.

En este panorama, que no es un diagnóstico sino la percepción de un extranjero que ha vivido experiencias muy ricas en este hermoso territorio de Guatemala y en el que ha tenido encuentros maravillosos con gran diversidad de grupos sociales, étnicos, culturales y económicos, cabe hacer algunas propuestas que pueden abrir horizontes hacia una reconceptualización de la educación bilingüe pluricultural.

¨       No imaginemos ni formulemos ninguna política educativa que se dirija solamente a los grupos étnicos.  La cultura de desarrollo y por tanto la cultura bilingüe pluricultural debe modificar la totalidad del sistema educativo nacional.

¨       No permitamos que las propuestas educativas encierren la cultura, la lengua, los valores, los desarrollos en los pueblos indios: los 21 pueblos originarios de Guatemala SON Guatemala.  Hacer islas sólo agrava la situación que históricamente se ha vivido.

¨       No dejemos de contribuir a la formulación del Guatemala que queremos y podemos ser… y que no será sin sus pueblos indios.

¨       Propugnemos por dirigir todos los proyectos educativos a la consecución del guatemalteco del mañana: un guatemalteco que sepa interactuar ante, con y desde la pluralidad y riqueza de SUS diversas culturas.

¨       Participemos activamente en la formulación de los diversos perfiles de desempeño social que identifiquen al guatemalteco en sus rasgos generales y al guatemalteco específico que participa con el todo desde sus raíces culturales.

De los valores “universales” 

Aunque de soslayo, quiero hacer referencia a un punto particular que define identidades individuales y colectivas.  Se trata del universo de los valores.  En él, desafortunadamente la globalización también tiene cabida con una visión imperialista oculta en el mercadeo cultural.

En nuestro tránsito de y hacia diversos universos en los que transcurre nuestra existencia, existen totalidades que nos absorben y dan plenitud –aunque siempre momentánea—a nuestra experiencia. Ese universo central de nuestro vivir es fundamentalmente existencial y por lo mismo encierra nuestras conexiones fuertes con nuestra cultura y con nuestra sociedad como atmósfera.  Es este universo que nos hace experimentar momentos de plenitud, el que da sentido a nuestros lenguajes, valores, y métodos como entidades universales.  Así entendido este proceso epistemológico, no hay universos mejores que, ni señores de otros.

La expansión de este nuestro universo abre rumbos amplísimos de incertidumbre, es decir, de caos y por ello en él reside la posibilidad de reafirmarse como miembro de una colectividad cultural en la que es posible colapsar el futuro, los valores, las creencias en el presente para activar las múltiples dimensiones de ser humano, a lo “latinoamericano”, a “lo mexicano”, “lo cubano...” 

Identidad, conciencia de pertenencia a un rico universo significativo, participante a un universo en permanente expansión, siempre erguido ante un futuro incierto y una realidad siempre nueva: este quiere ser el permanente construirse del ser humano en, con y por medio de la educación.   Educarse permanentemente para ser universal.

LOS VALORES, LAS VIRTUDES Y LAS ACTITUDES

 A.  Los valores tienen que ver con la inteligencia, la voluntad y la emotividad; los valores son cualidades que acompañan a los objetos apreciados, a las decisiones por las que se opta como buenas, a las situaciones de futuro que se anhelan como un bien.

B.   Los valores son realidades abstractas que se presentan en las cosas, las acciones, los deseos, las decisiones concretas.   Cuando se especula sobre los valores, cuando se reflexiona sobre ellos en abstracto es fácil hacer un listado o copiarlo y sostener que esos son los valores en los que se cree.  Pero los valores sólo son reales cuando se hacen históricos, cuando se hacen manifiestos en las cosas por las que uno opta, en las decisiones que se toman, en las acciones que se realizan.

Los valores no se ven, se sienten, se aprecian.  No basta, pues, hablar de valores y exaltarlos: hay que sentirlos y vivirlos.

Porque los valores no son seres en sí, sino seres en cada uno de nosotros que se experimentan como relación concreta entre los objetos que se valoran y la experiencia personal.  Por tal razón, no conviene hablar de los valores en general, como si se tratara de algo abstracto o universal como mera entelequia.  Los valores traducidos en “virtudes” son aquellos que hacen referencia a los criterios que nos han movido a ser como somos y que nos dan aliento a ser como queremos ser.

Los valores no se dan solos, están relacionados unos con otros. Un valor llama a otro valor. Un antivalor conduce a otros antivalores. Un valor va siempre acompañado de todo un cortejo de valores.

Intelectualmente los valores son las guías que ordenan la existencia y en este sentido se manifiestan como los ideales que van más allá de las cosas que se nos ofrecen como posibilidades.  Porque los valores no son “cosas” sino relaciones que se establecen entre lo que anhelamos y lo que las cosas, las circunstancias, la historia, la vida nos ofrecen[8].  Así como hay valores, existen antivalores que percibimos como contrarios y excluyentes.  Entre estos dos polos valores-antivalores nos movemos los seres humanos, pero sólo concedemos el nombre de valor a lo que consideramos positivo.

Al reflexionar sobre los valores podemos emitir juicios que nos llevan a optar por una acción, un objeto, un camino.  Sin embargo, esta opción no es meramente intelectual, lógica o racional; en ella interviene el sentimiento, la intuición, lo afectivo.  De hecho, los sentimientos en torno a lo que consideramos valioso es el vínculo más fuerte que une a los seres humanos: mis hijos, mi familia, tenemos un vínculo afectivo que nos une porque compartimos valores que nos son comunes.

Esto mismo acontece con cualquier grupo de personas.  Las comunidades indígenas subsisten porque comparten valores que actúan como vínculo de unión.

Por tal razón, los valores si bien constituyen una visión del mundo, no resultan meramente de ejercicios racionales, como lo afirma nítidamente, por ejemplo Saint Exupérie  “hay cosas que sólo se ven con el corazón” y éstas son los valores. Los valores son históricos, porque no pertenecen al orden de lo meramente especulativo.

Cuando hablo de los “valores universales” entiendo que no se trata de valores que sean iguales, definitivos para todos los individuos del universo, como si se tratara de un estudio estadístico en el que las mayorías ganan.  Los valores son universales cuando orientan la totalidad de “mi universo”, cuando dan cuenta de todo mi actuar, de todo mi pensar; cuando son compartidos “objetivamente” en el universo en el que me muevo y en los grupos a los que pertenezco.

Por ello, cada sociedad tiene sus propios valores: en ellos finca su presente y hacia ellos orienta su futuro.  Pero los valores sólo se hacen reales  y concretos cuando los realizan individuos concretos en una sociedad concreta.

En este sentido histórico, los valores se hacen realidad cuando se manifiestan históricamente como “hábitos”, como virtudes.  Sin embargo, tales hábitos exigen primariamente una “actitud”, es decir, una apertura afectiva, mental, cultural que predispone a actuar, a decidir, a pensar según una “predeterminada” orientación.

Tal es el caso de las comunidades indígenas.  (prefiero hablar de comunidades y no de pueblos, porque como éstos se están conformando).  Existen en ellas, “actitudes” ancestrales que se manifiestan en la cotidianidad de su vida y que sobresalen en momentos críticos.   Éstos son los que hay que resaltar sabiendo que pertenecen a culturas deprimidas y oprimidas.

Esos valores que dan sentido a nuestros universos, a los universos que vamos creando y configurando día a día con nuestro aprehender y con nuestro aprender son universos “universales”, es decir que tienen coherencia con nuestro universo.  En Edmundo globalizado en el que nos encontramos, se quiere hablar de valores universales refiriéndolos a los impuestos desde la cultura dominadora y que ahora se manifiestan en la ambigüedad de lo que se quiere llamar honestidad, productividad, competitividad.  Valores que no encuadran acertadamente en nuestra visión del mundo y que lo afectan terriblemente.

¨       Revivamos nuestros valores, a sabiendas que siempre son provisorios y siempre responden a un para qué.

¨       Son universales porque son explicadores de nuestro universo y de nuestro actuar en función de ese universo.  No son universales por estadística ni por decisión de un “poder universal”: se modifican con la modificación de nuestro o nuestros universos.  Muchas gracias. 


[1] Comentario de la Dirección de Sabersinfin.com: Luis G Benavides Ilizaliturri es doctor en múltiples y diversas disciplinas, políglota, ha sido catedrático, asesor educativo y conferencista en todo el mundo, es considerado uno de los mejores educadores del planeta. Sabersinfin.com agradece la autorización del Dr. Benavides para publicar este material,  pero principalmente se honra de conocer a un hombre que ante todo lo caracteriza su profundo amor a la vida.
[2] Alfredo Jalife-Rahme: La Jornada 09112005.  México
[3] J.P. Morgan-Chase, maneja casi 40 billones de dólares (4x1012) que equivale al todo el producto interno bruto mundial.
[4] Como lo muestran las leyes de la teoría del caos en los sistemas disipativos.
[5]  Cf. Schrodinger, E.: Mi concepción del mundo. Ed. Tusquets. Barcelona, 1988. “Para no caer en la pura retórica,  hay que aclarar que los dos factores de los que depende la marcha evolutiva de un individuo son a) la estructura especial de su base genética y b) la estructura especial del entorno que actúa sobre el. Sostengo que estos dos factores son de la misma especie, puesto que la estructura especifica de la dotación genética , con todas sus posibles evoluciones atesoradas en su interior, se ha desarrollado bajo la influencia y en una dependencia sustancial de los entornos anteriores.”
[6]   Curso de lingüística general, Ed. Losada, Buenos Aires 1973, 12ª ed., p. 64-65.
[7] Cf. www.tendencias21.net/index.php?action=article&id_article=68036
[8] Un valor que yo no valoro no es valor para mí porque el valor sólo se hace válido cuando lo reconozco.