12 de septiembre de 2014
- La Historia Jamás Contada -
Uno de los temas más antiguos del Ocultismo es la existencia de ciertos objetos y lugares con cualidades extraordinarias, que apropiadamente empleadas, confieren a quien opera en o con ellos, poderes más allá de lo humano e incluso lo natural. Serían entonces “mágicos”, “sagrados”, “energéticos” o algo más específico, como “inspiradores” –de visiones o revelaciones- o “sanadores”. Pero sean lo que fueren sus propiedades, que en todo caso tendrán que ser probadas y demostradas o refutadas experimentalmente, lo cierto es que dichos objetos y lugares siempre han despertado la codicia de quienes buscan detentar EN EXCLUSIVA ese poder, llevándolos hasta acometer empresas heroicas o criminales –o ambas cosas a la vez- con tal de poseerlos.

Y de la mitología, asunto bastante serio en su momento, pasó naturalmente a la cultura e imaginería popular oral, escrita o ilustrada. ¿Quién no recuerda la Lámpara de Aladino de LAS MIL Y UNA NOCHES o el Grial de la saga arturiana? ¿O las grandes novelas de aventuras del racionalista siglo XIX que, bajo la apariencia de “expediciones científicas”, presentaban los mismos viajes a lo ignoto culminando con la llegada de los exploradores a un lugar u objeto extraordinario?
Hace una generación causaron furor las aventuras cinematográficas de Indiana Jones, donde el gran protagonista de fondo –valga la paradoja- era el elemento POLÍTICO, pues tales lugares y objetos eran buscados con el propósito específico de DOMINAR incontestablemente a naciones enteras. ¿Fantasioso, como de comic? En absoluto: ése era precisamente el objetivo de la agencia AHNENERBE –“Herencia Ancestral”- que estaba detrás de los raiders reales que inspiraron la historieta. Pero los nazis sólo continuaban una arcaica tradición, pues desde la remota antigüedad, los ejércitos conquistadores procuraban apoderarse de los lugares y objetos sagrados de los pueblos vencidos para asegurarse “mágicamente” su sumisión. De ahí la costumbre de derribar templos y construir con ese material los suyos o edificar éstos encima de los anteriores, llevarse los objetos-símbolos de Poder como cetros, vestimentas y tocados (aquí, el penacho de Moctezuma, entre otras cosas) y “plantar” nuevos prodigios, favorables a los conquistadores, en ancestrales lugares “mágicos”. (Con el mismo propósito se toman las banderas de los vencidos en batalla: tenerlos en un puño.)
Considerando estas atávicas costumbres y su simbolismo o intención profunda, no queda sino preguntarse qué otra cosa habrá, a más de negocio, en la requisa de sitios arqueológicos…

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