PROFILAXIS DEL FRACASO
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Por: Roberto Martínez Garcilazo*

 Vivir en la incertidumbre es la condición ontológica de la vida humana. Pero vivir en permanente inseguridad física, temiendo por la conservación misma  de la vida propia o la de los nuestros; temiendo por el ataque a  nuestra integridad física; temiendo por el robo de nuestro patrimonio; es señal del fracaso de una de las funciones básicas del Estado y, también –no hay que olvidarlo- de nuestro fracaso como comunidad, como sociedad de individuos responsables y libres.

 

No aceptamos la retórica superficial del tema. La inseguridad es asunto imbricado con el rezago social. Esto es, con la falta de educación, de cultura, de salud y de empleo para todos. Pero, también, con la crisis de lo que la filósofa Adela Cortina llama Amistad Cívica.

Por que en lugar de esta sofisticada urbanidad y etiqueta entre los individuos y los sectores sociales; de esta forma laica de fraternidad evangélica surgida a partir de la conciencia de nuestro camino y destino común en tanto ciudadanos integrantes de la misma comunidad y entidad republicana, hemos permitido –y a veces abonado con nuestros actos y palabras- el surgimiento y florecimiento de una nefasta violencia verbal que gradualmente naturaliza la hostilidad y ausencia de solidaridad entre nosotros.

La violencia verbal siempre anticipa la violencia física. El insulto y la descalificación  gruesa, siempre son señales de la pobreza argumentativa, de la ayuna inteligencia del emisor, de la sandía conciencia del que públicamente habla y escribe. No faltarán los que balbucirán sus pretendidas razones en contra. Ojalá. Porque es hora de postular una cierta ética de la lengua que sirva de profilaxis a la violencia física y a la impunidad.

Sin duda, los que incontinencia verbal padecen y de acceso a los medios de comunicación masiva gozan, son coautores de la sórdida versión del mundo que hoy sufrimos. Para que no haya duda, lo pongo en claro: los indirectos responsables son los políticos y los locutores; y ciertos pésimos redactores –que a la vez son prósperos comerciantes- que se hacen pasar por periodistas.

 

* Roberto Martínez Garcilazo es director de Literatura, Ediciones y Bibliotecas de la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla, México. 

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