OPIO DIVINO
Por: Roberto Martínez Garcilazo.
Martes 28 de octubre del 2008
No es más el profeta que, cumpliendo un deber sagrado, ilumina el porvenir. Recuerdo al servidor rosacruz cuya alta misión es encender –en el instante preciso- la luz de la aurora para que surja –girando- el día y la revolución de los astros no se detenga. No es ya un hombre con una misión sagrada sino uno agobiado por el sufrimiento y la miseria; por el asco de sí mismo; por el hastío del mundo.
No es más el canto a la creación; es ahora el des-encanto y la blasfemia, pero también –desesperación- búsqueda del orden perdido en la construcción de analogías y correspondencias, que -desde ocultos lugares- instauran una semántica cifrada: señales y marcas que confieren sentido a los días. Descifrar; desanudar, glosar, intelegir el número del mundo: ver lo que los otros no. Encontrar el verbo. El ars combinatoria de las palabras. La sintaxis iluminada. La galvánica parsimonia de la sabiduría de las palabras que del abismo salve. Insepulto el cadáver de dios, ruinosos los templos y los foros, transeúntes suripantas las que vestales fueron. No existirá un mundo azul y exuberante que a Tántalo contener pueda. Orfandad metafísica: un muro basto es un espejo, el vasto azogue es un muro. La imagen El pasado luminoso de los auto-conmiserativos es tan demagógica y cursi como esa otra de El futuro luminoso de los camaradas de los pobres del mundo. En el presente anclados a merced del escarnio, del fétido aliento pan-destructor del tiempo. Expresaré pacientemente todas las razones de mi asco al género humano, escribe Baudelaire a Ancelle en 1864. La filosofía de la historia es –hoy- un callejón sin salida –una privada dirán los vecinos antiguos: termina la calle y sólo hay un muro basto –un espejo- ante nosotros. Ya no más Torres de Dios; sino ciudad en llamas. (De Rubén Darío: ¡Torres de Dios! ¡Poetas! ¡Pararrayos celestes, que resistís las duras tempestades, como crestas escuetas, como picos agrestes, rompeolas de las eternidades! La mágica esperanza anuncia el día en que sobre la roca de armonía expirará la pérfida sirena. ¡Esperad, esperemos todavía! Esperad todavía. El bestial elemento se solaza en el odio a la sacra poesía, y se arroja baldón de raza a raza. La insurrección de abajo tiende a los Excelentes. El caníbal codicia su tasajo con roja encía y afilados dientes. Torres, poned al pabellón sonrisa. Poned ante ese mal y ese recelo una soberbia insinuación de brisa y una tranquilidad de mar y cielo...)
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