Rabia de vivir,
furia de existir:
redondel de hierro;
cÃrculo infernal:
temor de morir,
miedo de partir
sin ver a los perros
en la noche trunca
aullar doloridos.
Asà se va:
mordiendo herido
el sol ardiente,
el sol quemante,
indiferente.
Partes,
cargas los trozos
de noches tristes,
noches sin lÃmites,
atormentadas.
Y no hay porqué
llorar, gritar.
Asà se va,
asà se marcha,
llevando a cuestas
interrogantes:
¿vivo?
¿porqué, y para qué?
Nada responde;
todo es cristal,
cuarzo fatal
ensombrecido;
amatista sin sentido,
obsidiana sibilante
cuando corta en un instante
toda luz y obscuridad.
Todo marcha,
nada queda;
todo va,
todo se aleja:
aun la queja
y el expirar;
todo semeja,
todo parece,
todo se mece;
todo perece
en la oquedad
del vuelo sin sentido,
que has emprendido
sin intención,
sin deseos,
sin proyectos,
sin afectos;
aquà se quedan,
caminan,
ruedan,
pero se están;
no te acompañan,
y no iluminan
senda ni surco,
caminos cortos
o eternidad.
Te vas sin los deseos,
sin los sueños,
deshecho;
te marchas sin recuerdos,
con olvido absoluto.
Llegas a ese gran hueco
donde no existe el eco;
donde es ley el silencio,
que no es silencio,
porque no oyes;
y asÃ, no percibes
la no sonoridad.
Visitarás,
el enigma absoluto,
y serás piedra en bruto
onda, continuidad
inercial y tranquila,
sin conciencia,
sin luz;
sin pensar,
sin llorar,
sin maldecir;
con el doler perdido,
con el sufrir hundido
sin remedio,
sin vuelta de hoja;
sin intenciones,
sin más canciones,
sin más poemas,
sin lamentarte.
Ya no hay de qué,
ya no hay por qué.
Lo que existe es la rueda que tritura,
a la triste criatura,
que únicamente dura
un instante muy corto en esa rueda,
la rueda ETERNIDAD
en donde no hay bondad,
ni existe la maldad,
ni te torturan los tormentos;
ni hay dulces juramentos,
ni agrias maldiciones;
ni dulces conjunciones
de amor y de ternura
porque allà nada dura,
y nada se termina;
allà nada germina,
también todo florece.
Allà nada escarnece
porque ya no hay ofensas,
premios ni recompensas.
Nada, siempre la NADA,
si es que la NADA,
como palabra tiene sentido.
¿para quién?
¿para mi, que ya no existo...?
¡no para mi!
¡no para ti!
¡no para mi enemigo!
¡Y no para mi amigo!
¡no para mis abuelos
que labraron los suelos
admiraron los cielos,
y al final...!
¿Cuál final,
si no hay principio?
para mi
son producto de conciencia
de creencia
porque vivo,
porque existo,
porque se,
porque medito,
porque pienso,
porque digo y me repito
que aquÃ, estoy,
pero luego me voy
y jamás volveré.
Y ya nada veré,
y nunca mas haré,
ni dejaré de hacer.
Rueda triturante:
¡suéltame un instante!
¡déjame sentir
antes de partir
que valió la pena
llegar desde lo obscuro
para lanzar este conjuro,
este triste exorcismo
que lanzo ante el abismo
¡insondable, sin luz!
Ricardo Montes de Oca ha escrito novelas, ensayos, cuentos y poesÃa. Ricardo ha cursado estudios profesionales en México y Rusi