27 de enero de 2021
Los pies me llevan al destierro,
soy un desdichado, un juguete
en un viaje sin retorno,
ante la miseria de mi destino
huyo de mí, de mi agobio
ando en busca del porvenir.
Me quedo, observo
me entrego al arbitrio
de lugares citadinos,
ámbitos agotadores del sol eclipsado.
Sin función de incentivo
con la prisa de vehículos humeantes.
En las pendientes inseguras
preceden lugares desconocidos,
inciertos aniquilan la energía
de mi permanencia, sumergen mi alegría.
Grito para encontrar el rumbo,
la dirección perdida
me deja exhausto,
sigo el trayecto
sin llegar a ningún lado,
recomienzo la marcha.
Voy de sitio a sitio
la aventura no quita
la incertidumbre
que gravita en mi esperanza.
Viaje interminable.
¿Llegaría a una zona?
De nuevo evitar un tropezón, un precipicio
caer en los desechos
de una ciudad perdida
de un mapa que nunca existió.
¿Entonces terminará mi viaje
ante la frontera deshabitada?
Del autoritarismo que inhabilita
la entrada para quedarme
en mi antigua tierra.
¿Quién decidió incluir fronteras?
Si el libre albedrío no tiene términos,
la aventura no tiene límites,
sólo el tiempo que dura
la existencia la extingue,
nadie más puede ir
a lugares extremos
sin medir las consecuencias
de su conciencia sin dictamen.