8 de marzo de 2012
Cisco
El espanto acosa.
La sed reseca el silencio.
Agazapada la calma de la piedra.
Un vértigo metálico aturde la eternidad.
No estuvo en el escándalo de la letra.
Juró, impertérrito, fidelidad huera.
Escondió con recelo lo más íntimo.
En sus huesos estuvo la audacia.
Recorrió los socavones como heridas.
Dinamitó el estruendo.
Ahora yace bajo sus relámpagos,
indómito.
***
Doscientos cinco escalones
Estuvo en el cuero de las curvas.
Ocultó llagas.
En el grosor de los siglos apretó el paso.
Se hizo estaca.
Ladeó el cerro de la montaña,
las rocas sueltas de las terrazas,
los terrones guachos de las barrancas.
Encimó el eco seco del polvo.
Hurgó en las entrañas rudas.
La mano curtida no detuvo la luz.
de Bolivia (acopio)