13 de mayo de 2023
- La Historia Jamás Contada -
Un prejuicio bastante arraigado desde la folklorización del País por el ascenso y entronización de la llamada “ideología de la Revolución mexicana” (?) que impulsara su supuesto heredero, el Partido envuelto en la Bandera tricolor, ha recibido un reciente e inesperado refuerzo con el advenimiento de un régimen nacio-maoísta, esperpéntica amalgama de rancio nacionalismo priísta y maoísmo universitario de los años 70, del cual ya se burlaban los universitarios comunes de la década siguiente.
Supe del mencionado prejuicio desde la época de mi educación básica, cuando aún era común entre el “pueblo” (desescolarizado, se entiende) señalar la incapacidad de los egresados de escuela para desempeñar cualquier trabajo real, desde los oficios y servicios tradicionales hasta los de “simple”(según la misma opinión) entretenimiento, como la música, por ejemplo, pasando por la creciente variedad de los que requieren de una cierta o mucha calificación técnica.
La imagen que se tenía entonces del recién egresado era la de un sujeto estupefacto ante lo que se suponía había sido su objeto de estudio, convirtiéndose desde ese momento en el hazmerreír de sus compañeros sin preparación formal, siendo lo paradójico -sólo en apariencia, como veremos- que esto sucedía efectivamente así con desconcertante frecuencia, al grado de llegar a ser una norma no escrita para los patrones exigir un periodo de experiencia previa a los solicitantes de empleo, sin importar qué calificaciones tuviera ni cuántas certificaciones o reconocimientos escolares llevara.
Es aquí donde con un poco de perspicacia y asumiendo que la justicia es “dar a cada parte lo que le corresponde, tanto de bueno como de malo”, podemos comenzar a entender el extraño fenómeno de la inutilidad de los conocimientos adquiridos en la escuela, que daría la razón al “pueblo bueno y sabio” que siempre ha hecho escarnio de quienes se han preparado y por lo mismo apoyará sin reservas a cualquier demagogo que le reste importancia a la preparación formal e incluso quiera eliminarla.
Así que podemos acotar la pregunta original y dejarla en: ¿por qué los conocimientos adquiridos en la escuela no suelen ser útiles en el mundo real?
Basta con recordar analíticamente unas cuantas experiencias propias o ajenas para dar con algunas pistas, como cuando pregunté al maestro de Solfeo, Teoría y Dictado Musical por qué la “teoría” que nos daban no nos hacía aptos ni siquiera para construir un acompañamiento sencillo a una melodía cualquiera. Su extraña respuesta fue que “para eso se necesitaba talento”. ¿Entonces para que están las escuelas?
La respuesta a la pregunta básica no puede ser más sencilla: porque la enseñanza escolar tradicional no es para entender e intervenir el mundo real, sino para reproducir infinitamente un mundo ideal, perfecto, inmutable y cerrado que no admite la contradicción y ni siquiera la duda. Un ideal religioso cuya forma propia de enseñanza es la escolástica, que se basa en definiciones (lecturas, lecciones), ejemplos y ejercicios. Nada de investigación o experimentación, que no tardarían en poner en aprietos a una dogmática supuestamente infalible y a sus celosos guardianes, los maestros-enseñantes.
Pero… ¡ojo!, pues esta escuela escolástica es el mejor instrumento de adoctrinamiento de que dispone el Poder, por lo que de éste no saldrá la iniciativa para transformarla radicalmente, sino sólo para sustituir la doctrina anterior por la suya propia, de acuerdo a la declaración atribuida al Ministro de Instrucción Pública porfiriano, Justo Sierra Méndez: “Vamos a sustituir la religión de Dios y sus santos por la de la Patria y sus héroes”, algo que conocemos de sobra pero de lo cual el “nuevo” régimen quiere darnos MÁS DE LO MISMO.
Fernando Acosta Reyes (@ferstarey) es fundador de la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), músico profesional y estudioso de los comportamientos sociales.